"Somos todo lo que el universo no es, conscientes;
el universo es todo lo que no somos, atemporal".
– El león aturquesado

¿Qué somos antes de nuestro nacimiento? Una probabilidad genética. ¿Solo eso? Sí, y seguiremos siéndolo hasta que nuestro número aparezca y nuestra existencia se realice, lo cual no solo depende de nosotros como individuos, sino que también depende de la supervivencia de nuestra especie. ¿Cómo es el más allá antes de nuestro nacimiento? Justo. Todos tenemos la misma oportunidad de convertirnos en emperadores o pordioseros, hermosos o feos, genios o limítrofes; en resumen, la ruleta genética no tiene sesgo ni límite en el tiempo o el espacio, a menos que como especie crucemos el umbral de la extinción. ¿Y después de nuestra muerte? Una probabilidad genética. Somos la apariencia concreta de una probabilidad abstracta. Nuestro cerebro es racional y empático; personal y comunitario; opuesto, pero también una parte integral de la naturaleza, un ente de verdad dialéctico; nuestro celebro procesa la información sensorial en conceptos abstractos que pueden agruparse, segregarse, moldearse, transformarse y sintetizarse para predecir el futuro cercano y planificar nuestra respuesta con un propósito en mente. En la estética de la evolución humana, el autor señala que al reconocer la existencia del otro nuestra trayectoria adaptativa pasó de la genética a la cultura; una realidad transformadora emergente. En el tiempo y la lógica del cambio, el autor concluye que la adaptación de selección natural a través de variaciones aleatorias requiere de mucho tiempo, mientras que la creatividad adaptativa humana comprime el tiempo de adaptación produciendo innovaciones tecnológicas emergentes a una velocidad vertiginosa. Las tecnologías emergentes nos abren nuevas vías de supervivencia. Una hazaña de supervivencia más allá de lo divino.