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2001: DICIEMBRE 2
UN DOMINGO CUALQUIERA
Digamos, el domingo 2 de diciembre. Voy volando sobre la pampa
argentina. Me asombran, como la primera vez que las vi a los quince
años de edad, la extensión de las fértiles
llanuras, su riqueza productiva, capaz de alimentar a la Argentina y,
como lo hizo al terminar la Segunda Guerra Mundial, a Europa. Sus
inmensos ríos, largos, profundos, navegables. Comparo esta
prodigalidad de la naturaleza argentina con la mezquindad de la
mexicana, nuestra abrupta orografía, nuestras selvas y nuestros
desiertos, los escasos bolsillos de fertilidad agrícola, el
agua que falta y el agua que se acaba, la erosión Y me
pregunto, ¿qué han hecho los argentinos de la Argentina?
¿Por qué teniéndolo todo han acabado sin nada?
Este domingo, el retiro masivo de cuentas bancarias ha obligado a
cerrar los dispensadores automáticos y a limitar a mil
dólares por mes los retiros de una moneda nacional equivalente
a la norteamericana. ¿Cómo es posible que uno de los
países más ricos del mundo esté al borde de la
quiebra?
Vuelo al norte. La buena fe del gobierno colombiano de Andrés
Pastrana es burlada por la mala fe de la diabólica unión
de guerrilla y narcotráfico. Los rebeldes se mofan del
gobierno, establecen su propia ley en la mitad del territorio,
secuestran, asesinan, trafican y preparan, en las actuales condiciones
mundiales, el más trágico de los desenlaces para
Colombia y para Latinoamérica: la ocupación de un
país declarado ingobernable por las fuerzas armadas de los
Estados Unidos, en nombre de su propia seguridad y del combate al
crimen organizado. Y si no es así, las presiones lanzan al
ganador de la siguiente elección presidencial, agotadas las
providencias de la paz, a la guerra total, sin cuartel.
Lloramos por Colombia. Dan ganas de reír en Venezuela. Un
personaje de opereta, reminiscente de todas las novelas del realismo
mágico, se arropa en la figura de Bolívar para arrogarse
crecientes poderes autoritarios. En el colmo de su teatralidad bufa,
Hugo Chávez le escribe cariñosamente a un terrorista
notorio, el "Ciudadano" Ilich Ramírez Sánchez, alias
"Carlos", una carta de amor cuya cursilería resulta, a la vez,
antológica y reveladora. Botón de muestra: "El
Libertador Simón Bolívar, cuyas teorías y praxis
informan la doctrina que fundamenta nuestra revolución, en
esfíngica invocación a Dios dejó caer esta frase
preludial de su desaparición física: ¿Cómo
podré salir yo de este laberinto?" García Márquez
convirtió la frase de Bolívar en una gran novela.
Chávez la rebaja a la sátira barata. ¿Qué
puede esperarse de un presidente que se atreve a decir
esfíngica invocación y frase preludial? Que su cabeza es
un basurero. Y que a Venezuela le esperan muy malos momentos.
México, comparativamente, sale bien librado. Pero sólo
comparativamente. El bono democrático de Vicente Fox se agota
rápidamente y si hasta hace poco nuestro presidente compensaba
su mala prensa interna con buena prensa internacional, a un año
de su toma de poder la evaluación externa se vuelve negativa.
En perpetua campaña de relaciones públicas, a Fox le
llegó el tiempo de sentarse a gobernar, depurar y controlar a
su gabinete, nombrar a un chief of staff que le ordene las prioridades
y le facilite las operaciones. No le bastará volver la cara
acusatoria al pasado sólo porque no tiene rostro satisfactorio
para el futuro.
Si a principio del año 2001 México era prioridad
número uno de los Estados Unidos (Bush dixit), hoy ni siquiera
figura en la pantalla de radar de Washington. La guerra en
Afganistán llena de satisfacción a la Casa Blanca: la
operación contra el Talibán ha sido efectiva y rauda.
Pero ahora estalla la paz. Por una parte, como en América
Central en los ochenta, los Estados Unidos son muy propensos a
prometer el cielo mientras libran sus guerras y a dejar un olvidado
infierno detrás, cuando sienten que las ganan.
Afganistán no se reconstruirá solo. Necesitará
ayuda internacional masiva. Requerirá extraordinaria
inteligencia política para coordinar a las facciones
victoriosas pero enconadamente rivales. Se necesitará la
presencia de Europa, de la ONU, de la comunidad internacional toda
Nada indica que el gobierno de Washington esté pensando
seriamente en estos problemas. Y es que si Bush, en contra de lo que
prometió en campaña, no ha podido aislarse de la
intervención norteamericana en el extranjero, sí
mantiene alta la bandera del unilateralismo de su país. El
terrorismo lo obligó a abandonar el aislacionismo, pero no el
unilateralismo. "Dejarme solo", como los matadores.
Uno de los peores datos de este mal domingo que voy evocando es que
cuatro de cada cinco norteamericanos aprueban las medidas
anticonstitucionales emprendidas por el fiscal general, John Ashcroft,
para combatir al terrorismo dentro de los Estados Unidos mediante
actos terroristas contra las libertades que serían la
razón de ser de los propios Estados Unidos. Tribunales
militares secretos, abolición de jurados, procesos conducidos
por oficiales de las fuerzas armadas, incomunicación del
acusado con sus abogados, presunción de culpabilidad a priori,
exclusión del derecho a apelar sentencias Ashcroft está
creando un régimen de delación: el que denuncia
será compensado con fuertes primas en metálico. El
macartismo enseña su diabólica cola, el racismo
antimigratorio su cavernaria cabeza. El procurador Ashcroft se
justifica: "Yo mismo soy descendiente de inmigrantes." Valiente
excusa: ¿Quién, en el continente americano, no es
descendiente de inmigrantes? Incluso los aztecas y los navajos
llegaron de otra parte.
El júbilo guerrero de los Estados Unidos los impulsa desde
ahora a la siguiente acción militar. Un crescendo de voces
internas clama por la destrucción militar de Irak y el
régimen del siniestro Saddam Hussein. Que siempre fue
siniestro, como lo fue Bin Laden. Ambos, criaturas de la diplomacia
norteamericana. Hussein, para servir a Washington contra el
Irán de los ayatolas. Bin Laden, para ayudar a los Estados
Unidos contra la ocupación soviética de
Afganistán. Como el doctor Frankenstein, los Estados Unidos
crean a sus propios monstruos. En vano advertirá Europa contra
una aventura en Irak cuando los fuegos de Afganistán ni
siquiera son ceniza. Los kurdos del norte se lanzarán contra
Bagdad. Pero el aliado norteamericano, Turquía, lo quiere todo
menos la vecindad del enemigo kurdo. El Islam entero, de Argelia a
Indonesia, le restará el apoyo que hoy pueda darle a Washington
si la guerra se extiende de una acción antiterrorista a una
guerra formal contra un Estado musulmán. Rusia, con claros
intereses y magnificada presencia en la región, obrará
maquiavélicamente (¿han visto la mirada de Putin?)
contra los Estados Unidos.
Mientras tanto, crecerá la llaga por donde sangra todo el
problema del Oriente Medio: el conflicto entre Israel y Palestina y la
jefatura de dos hombres igualmente dañinos, uno por su
belicosidad ciega (Ariel Sharon), otro por su debilidad corrupta
(Yasser Arafat). La violencia de uno alimenta la violencia del otro y
se aleja, acaso con premeditación, la única manera de
obtener la paz. Nuevos liderazgos, jóvenes, ilustrados y
conscientes de que la justicia y la historia exigen un Estado de
Israel y un Estado Palestino viviendo lado a lado, con territorios
definidos, recursos propios y respeto mutuo.
Y en el fondo de todo, el gran desafío irresuelto de una
humanidad que tiene, como nunca en la historia, los medios para
resolver la situación de hambre, enfermedad e ignorancia de
tres mil millones de seres -la mitad del planeta- y se niega a tomar
las medidas que, a corto y a largo plazo, desvanecerían los
motivos de alarma, confrontación, terror y error que evoca este
domingo.
Quienes nos iremos más pronto que tarde de la vida, no dejamos
atrás un mundo mejor al que conocimos de jóvenes. Dan
ganas de dar gracias: Ya no veremos lo peor. Dan ganas de dar pena:
Qué triste es ser joven en un mundo como este. Pero qué
desafiante, qué creativo, qué imaginativo
también, ser joven, ser viejo y seguir siendo humano.