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Chapter One
Un Regalo Para Willa Jean
¿Cuándo van a venir? preguntó Ramona Quimby.
En vez de pasar el trapo del polvo por el salón, como le habían dicho, estaba dando vueltas y más vueltas, intentando marearse. Estaba demasiado nerviosa para ponerse a limpiar.
Dentro de media hora gritó su madre desde la cocina, donde ella y Beatrice, la hermana mayor de Ramona, abrían y cerraban las puertas de la nevera y del horno, chocando una con la otra, olvidando dónde habían puesto los agarradores, encontrándolos y perdiendo entonces la cuchara de madera.
Los Quimby habían invitado a sus vecinos a un brunch el día de Año Nuevo para celebrar que el señor Quimby había conseguido un puesto de trabajo en el supermercado Shop-Rite después de estar en paro durante varios meses. A Ramona le gustaba la palabra brunch, y en su interior pensaba que su familia había hecho trampa porque ya habían desayunado temprano en la mañana. La verdad es que necesitaban tener fuerzas para preparar la fiesta.
Oye, Ramona dijo la señora Quimby mientras colocaba rápidamente los cubiertos de plata en la mesa del comedor , vas a ser simpática con Willa Jean, ¿verdad? Y procura no molestar a los invitados.
-Ramona, ¡ten cuidado! dijo el señor Quimby, que estaba colocando unos troncos en la chimenea . Has estado a punto de tirar la lámpara.
Ramona dejó de dar vueltas, tambaleándose porel mareo y haciendo una mueca. Willa jean, la hermana pequeña de su amigo Howie Kemp, era una pesada, una mocosa que siempre se metia donde no la llamaban y encima tenía que salirse con la suya.
Y pórtate bien dijo el señor Quimby . Willa Jean es una invitada más.
"Yo no la he invitado," pensó Ramona, que ya tenía bastante con aguantar a Willa Jean cuando iba a jugar a casa de Howie.
-Si Howie tiene catarro y no puede venir, ¿por qué no se queda Willa Jean con su abuela también? preguntó Ramona.
-La verdad es que no lo sé dijo su madre . Así son las cosas. Cuando los Kemp me han preguntado si podían traer a Willa Jean, he tenido que decirles que sé.
"Pues no lo entiendo," pensó Ramona, dándose cuenta de que por las buenas o por las malas, Willa jean iba a venir y más le valìa estar dispuesta a defender sus posesiones. Fue a su habitación y guardó sus crayolas buenas y el papel de dibujo en un cajón, tapándolo todo con su pijama. Los patines de ruedas que le habían regalado por Navidad y sus juguetes preferidos, los animales de peluche, con los que ya no jugaba casi nunca pero que aún le encantaban, fueron a parar a un rincón del armario. Los escondió debajo de la bata de casa y cerró la puerta cuidadosamente.
"¿Con qué podría distraerla?," pensó. Sabía que si Willa Jean no tenía algo con que jugar, iría rápidamente a delatarla a los mayores: "¡Ramona ha escondido sus juguetes!" Puso una serpiente de peluche encima de la cama y luego pensó que a Willa Jean casi seguro que no le gustaban las serpientes de peluche.
Lo que le hacía falta era un regalo, algo envuelto y atado con un buen nudo, un regalo que Willa Jean tardara mucho tiempo en abrir. A Ramona le gustaba casi igual hacer regalos que recibirlos y si le daba algo a Willa Jean, no sólo disfrutaría con ello, sino que además sabía lo que iban a pensar los mayores: "Qué amable es Ramona, qué generosa, dándole un regalo a Willa Jean, ¿verdad? Y justo después de la Navidad, además." Mirarían a Ramona, que llevaba sus pantalones nuevos a cuadros rojos y verdes, con su suéter rojo de cuello alto, y dirían: "Ramona es una de las ayudantes de Papá Noel, es igualita que los duendes que vienen en Navidad."
Ramona sonrió mientras se miraba al espejo, satisfecha consigo misma. De los dientes importantes, sólo dos le habían salido a medias, con lo cual parecía una de las calabazas de la víspera de Halloween, pero no le importaba. Si ya le estaban saliendo dientes de persona mayor, el resto de la cara le iría cambiando poco a poco.
Por encima del hombro vio reflejada en el espejo una caja de Kleenex medio vacía, en el suelo, junto a su cama. ¡Kleenex! Ésa era la solución al problema del regalo. Fue corriendo a la cocina, donde Beezus estaba trabajando la masa de los panecillos mientras su padre freía salchichas y su madre intentaba sacar del molde un enorme pastel de pescado para ponerlo en una fuente cubierta de lechuga.
Lo del regalo es una buena idea dijo la señora Quimby cuando Ramona le pidió permiso pero una caja de Kleenex no me parece un regalo muy bueno.
Siguió agitando el molde. El pastel se negaba a deslizarse fuera de la vasija. Su madre, que tenía la cara enrojecida, echó un vistazo al reloj del horno.
Ramona insistió:
A Willa Jean le gustará. Lo sé.
No tenía tiempo para explicarle lo que Willa Jean iba a hacer con los Keenex...