Antes del amén: El poder de una oración sencilla

Antes del amén: El poder de una oración sencilla

by Max Lucado
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Paperback

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Overview

Todos oramos... algo.

Oramos por mantenernos sobrios, centrados o solventes. Cuando el tumor parece maligno.
Cuando el dinero se acaba antes de que termine el mes. Cuando el matrimonio se desmorona. Oramos.

¿Pero acaso no nos gustaría orar más? ¿Mejor? ¿Con más intensidad? ¿Con más fuego, fe o fervor?

Sin embargo, tenemos hijos que alimentar, facturas que pagar, plazos de entrega por cumplir. El calendario se abalanza sobre nuestras buenas intenciones como un tigre sobre un conejo. ¿ ¿Y qué me dices de los altibajos en nuestra historia de oración? Palabras inciertas. Expectativas sin alcanzar. Peticiones sin respuesta.

No somos los primeros en tener problemas con la oración. Los primeros seguidores de Jesús también necesitaron orientación sobre la oración. De hecho, el único manual de instrucción que pidieron fue sobre la oración.

Y
Jesús les dio una oración. No un sermón sobre la oración. No la doctrina de la oración. Él les dio una oración citable, repetible, portátil. ¿Acaso no podemos usar la misma?

En
Antes del amén el reconocido autor
Max Lucado se une a los lectores en un recorrido al corazón mismo de la oración bíblica, ofreciendo esperanza ante las dudas y confianza hasta para los más débiles en la oración. Destilando distintas oraciones de la Biblia en una oración de bolsillo sencilla, Max recuerda a los lectores que la oración no es un privilegio para el piadoso, ni tampoco el arte de unos pocos escogidos. La oración es simplemente una conversación sincera entre Dios y su hijo. Dejemos que comience la conversación.


Product Details

ISBN-13: 9780718001575
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 10/14/2014
Pages: 176
Product dimensions: 5.50(w) x 8.10(h) x 0.40(d)
Language: Spanish

About the Author

About The Author
Desde que entró en el ministerio en 1978, MAX LUCADO ha servido en iglesias de Miami, Florida; Río de Janeiro, Brasil; y San Antonio, Texas. Actualmente sirve como ministro de enseñanza de la Iglesia Oak Hills en San Antonio. Ha recibido el Premio Pinnacle 2021 de la ECPA por su destacada contribución a la industria editorial y la sociedad en general. Es el autor inspirador más vendido de Estados Unidos, con más de ciento cuarenta y cinco millones de productos impresos.

Siga su sitio web en librosdelucado.com

Read an Excerpt

antes del amén

El Poder De Una Oración Sencilla


By Max Lucado

Grupo Nelson

Copyright © 2014 Grupo Nelson
All rights reserved.
ISBN: 978-0-7180-0157-5



CHAPTER 1

La oración de bolsillo


Hola, mi nombre es Max. Soy un flojo en recuperación en lo que concierne a la oración. Me quedo dormido cuando oro. Mis pensamientos hacen zig, luego zag, y después zig otra vez. Las distracciones se arremolinan como mosquitos en una noche de verano. Si el trastorno de déficit de aten ción se aplica a la oración, yo lo padezco. Cuando oro, pien so en las miles de cosas que tengo que hacer. Y me olvido de lo que se supone que estoy haciendo: orar.

Algunas personas se destacan en la oración. Inhalan el cielo y exhalan a Dios. Son el "SEAL Team Six" de la intercesión. Prefieren orar a dormir. ¿Por qué razón yo me duermo cuando oro? Pertenecen a la AGO: Asociación de Gigantes en la Oración. En cambio, yo tengo una tarjeta de membresía de FOA: Flojos en la Oración Anó nimos.

¿Te identificas con esto? No se trata de que no oremos. Todos oramos en alguna medida.

Oramos sobre almohadas manchadas de lágrimas.

Oramos en liturgias impresionantes.

Oramos cuando estamos en un avión y vemos gansos volando.

Oramos al citar devociones antiguas.

Esta semana, la mayoría de nosotros orará más de lo que hará ejercicio, trabajará o tendrá relaciones sexuales. Las encuestas revelan que uno de cada cinco no creyentes ora a diario. ¿Solo por si acaso?

Oramos por mantenernos sobrios, centrados o solven tes. Oramos cuando la masa parece maligna. Cuando el dinero se acaba antes de que termine el mes. Cuando el bebé en el vientre no ha pateado en unos días. Todos oramos ... un poco.

Sin embargo, ¿acaso no nos gustaría a todos orar... más?

¿Mejor?

¿Con más profundidad?

¿Con más intensidad?

¿Con más fuego, fe o fervor?

No obstante, tenemos hijos que alimentar, facturas que pagar, plazos de entrega que cumplir. El calendario se abalanza sobre nuestras buenas intenciones como un tigre sobre un conejo. Queremos orar, ¿pero cuándo?

Queremos orar, ¿pero por qué? Ya debemos admitirlo. La oración es extraña, peculiar. Significa hablarle al espacio. Elevar palabras al cielo. ¿Ni siquiera podemos conseguir que nos conteste la compañía de cable, y aun así creemos que Dios lo hará? ¿Está el médico demasiado ocupado, pero Dios no? Tenemos nuestras dudas sobre la oración.

Y nuestras historias de oración tienen sus altibajos: expectativas sin alcanzar, peticiones sin respuesta. Casi ni podemos arrodillarnos por el tejido cicatrizado en nuestras rodillas. Dios, para algunas personas, es el mayor rompecorazones. ¿Para qué seguir tirando las monedas de nuestros anhelos en una alberca muda? Él me dejó plantado una vez ... pero no dos.

Ah, el extraño enigma de la oración.

No somos los primeros en enfrentar estas luchas. El registro de asistencia para el curso Oración 101 contiene algu nos nombres conocidos: los apóstoles Juan, Santiago, Andrés y Pedro. Cuando uno de los discípulos de Jesús pidió: "Señor, enséñanos a orar" (Lucas 11.1, nvi), ningu no de los otros se opuso. Nadie se fue diciendo: "¡Ah! Entiendo perfectamente este asunto de la oración". Los primeros seguidores de Jesús necesitaron orientación con respecto a la oración.

En realidad, el único manual de instrucción que pidie ron fue sobre la oración. Ellos pudieron haber solicitado instrucciones sobre muchos temas: la multiplicación de los panes, la redacción de discursos, cómo calmar las tormentas. Jesús resucitó a personas de la muerte. Con todo, ¿un seminario titulado "Cómo vaciar el cementerio"? Sus seguidores nunca lo pidieron. No obstante, sí quisieron que hiciera algo: "Señor, enséñanos a orar".

¿Acaso su interés tuvo algo que ver con las promesas de Jesús sobre la oración, las cuales provocan que se te caiga la quijada y se te desorbiten los ojos? "Pidan, y se les dará" (Mateo 7.7, nvi). "Ustedes pueden orar por cualquier cosa, y si tienen fe la recibirán" (Mateo 21.22, ntv ). Jesús nunca relacionó tanto poder con otro cometido. "Planifiquen, y se les dará". "Recibirán cualquier cosa por la que trabajen". Esas palabras no están en la Biblia. Sin embargo, estas sí: "Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedi do!" (Juan 15.7, NTV).

Jesús hizo promesas impresionantes en cuanto a la ora ción.

Y fue un modelo de oración convincente. Jesús oró antes de comer. Oró por los niños. Oró por los enfermos. Oró con gratitud. Oró con lágrimas. Él creó los planetas y for mó las estrellas, y aun así oró. Él es el Señor de los ángeles y el Comandante de las huestes celestiales, y aun así oró. Él es igual a Dios, la representación exacta del Santo, y aun así se dedicó a la oración. Él oró en el desierto, el cementerio y el huerto. "Salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba" (Marcos 1.35).

Este debió ser un diálogo común entre sus amigos:

—¿Alguien ha visto a Jesús?

—¡Ah! Ya sabes. Siempre haciendo lo mismo.

—¿Orando otra vez?

—Así es. Se fue desde el amanecer.


Jesús a veces hasta se desaparecía para orar toda la noche. Estoy pensando en una ocasión en particular. Él acababa de experimentar uno de los días más estresantes de su ministe rio. La jornada había comenzado con la noticia de la muerte de su pariente, Juan el Bautista. Jesús intentó retirarse con sus discípulos; sin embargo, lo siguió una multitud de miles. Aunque se sentía muy apesadumbrado, se pasó el día enseñando y sanando a la gente. Cuando descubrieron que la muchedumbre no tenía comida, Jesús multiplicó el pan de una canasta y alimentó a toda la multitud. En un lapso de unas pocas horas, batalló con la tristeza, el estrés, las exigencias y necesidades. Se merecía una buena noche de descanso. No obstante, cuando la noche finalmente llegó, despidió a la multitud y les dijo a sus discípulos que abordaran su barco, y "subió a las colinas para orar a solas" (Marcos 6.46, NTV).

Aparentemente, esa era la decisión correcta. Una tor menta se desató en el mar de Galilea, dejando a los discípulos "en problemas lejos de tierra firme, ya que se había levantado un fuerte viento y luchaban contra grandes olas. A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos cami nando sobre el agua" (Mateo 14.24–25, NTV). Él había ascendido agotado a la montaña. Y reapareció revitalizado. Cuando llegó hasta el agua, no aminoró el paso. Hubieras podido pensar que el agua era el césped de un parque y la tormenta una brisa de primavera.

¿Crees que los discípulos hicieron la conexión entre la oración y el poder? "Señor, enséñanos a orar así. Enséñanos a encontrar fortaleza en la oración. A expulsar el miedo en oración. A desafiar tormentas en oración. A bajar de la montaña de oración con la autoridad de un príncipe".

¿Y qué tal tú? Los discípulos enfrentaron olas embrave cidas y la posibilidad de ser sepultados en el agua. Tú enfrentas clientes enojados, una economía agitada, mares rugientes de estrés y tristeza.

"Señor", todavía pedimos, "enséñanos a orar".

Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que los ense ñara a orar, él les dio una oración. No un sermón sobre la oración. No la doctrina de la oración. Él les dio una ora ción citable, repetible, mane jable (Lucas 11.1–4).

¿Puedes usar tú la misma?

A mí me parece que es posible resumir las oraciones de la Biblia en una. El resultado es una oración de bolsillo, sencilla y fácil de recordar:

Padre,
tú eres bueno.
Necesito ayuda. Sáname y perdóname.
Ellos necesitan ayuda.
Gracias.
En el nombre de Jesús, amén.


Permite que esta oración marque el paso durante tu día. Al comenzar tu mañana: Padre, tú eres bueno. De camino al trabajo o mientras transitas por los pasillos del colegio: necesito ayuda. Mientras esperas en la fila del supermercado: ellos necesitan ayuda. Mantén esta oración en tu bolsillo según transcurre tu día.

La oración, para la mayoría de nosotros, no se trata de un retiro de un mes, ni siquiera de una hora de meditación. La oración es una conversación con Dios mientras manejas al tra bajo o esperas tu turno en una cita, o antes de interactuar con un cliente. La oración puede ser la voz interna que dirige la acción externa.

Algo sí es seguro: Dios te enseñará a orar. No pienses ni por un minuto que él te mira desde la distancia, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, esperando a que corrijas tu vida de oración. Lo cierto es justo lo opuesto. "Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo" (Apocalipsis 3.20, tla).

Jesús espera en el porche. Se para en el umbral. Y toca ... y llama. Él espera a que tú le abras la puerta. Orar significa abrirla. La oración representa la mano de fe en la perilla de la puerta de tu corazón. Es el tirón dispuesto. La alegre bienvenida a Jesús: "Adelante, Rey. Adelante, entra". "La cocina está desordenada, pero entra". "No pude hacer la limpieza, pero adelante". "No soy muy conversador, pero entra".

Nosotros hablamos. Él escucha. Él habla. Nosotros escuchamos. En esto consiste la oración en su forma más pura. Dios cambia a su gente a través de momentos como esos.

¡Y él me está cambiando a mí! Sí, soy un flojo en la oración, pero un flojo en recuperación. No estoy donde quiero estar, pero tampoco donde me encontraba antes. Mi tiempo en oración se ha convertido en mi tiempo de poder. La oración de bolsillo se ha convertido en una amiga preciada. Sus frases permanecen en mis pensamientos como una canción preferida.

Padre,
tú eres bueno.
Necesito ayuda. Sáname y perdóname.
Ellos necesitan ayuda.
Gracias.
En el nombre de Jesús, amén.


Cuando invitamos a Dios a nuestro mundo, él entra. Nos ofrece una multitud de regalos: gozo, paciencia, fortaleza. Las ansiedades llegan, pero no se quedan. Los temores se asoman, pero luego se van. Los pesares aterrizan en el parabrisas, pero luego viene el limpiaparabrisas de la oración. El diablo todavía me presenta rocas de culpa, pero me volteo y se las entrego a Cristo. Estoy llegando a mi sexta década; sin embargo, me encuentro lleno de energía. Me siento más feliz, saludable y esperanzado de lo que jamás lo he estado antes. Las luchan llegan, sin duda. Pero Dios también lo hace.

La oración no es un privilegio para el piadoso, ni tam poco el arte de unos pocos escogidos. La oración es simplemente una conversación sincera entre Dios y su hijo. Mi amigo, él quiere hablar contigo. Aun ahora, mientras lees estas palabras, él toca a la puerta. Ábrela. Dale la bienveni da. Y que comience la conversación.

CHAPTER 2

Padre ... Papito


Cuando mi hija mayor tenía trece años, estropeó su presentación de piano en un recital. Jenna se convirtió más adelan te en una excelente pianista y cantante. Sin embargo, todo el mundo tiene un mal día. Solo que el de ella tuvo lugar frente a un auditorio lleno de familiares, amistades e invita dos. La presentación comenzó bien. Sus dedos recorrieron el teclado de arriba a abajo, como los de Billy Joel. No obs tante, en medio de la pieza, su tren musical decidió desca rrilarse.

Todavía puedo verla mirando fijo frente a ella, con los dedos inmóviles como si tuvieran algún tipo de pegamento. Retrocedió algunos compases y lo intentó otra vez. No tuvo suerte. Por mucho que lo intentaba, no podía recordar lo que seguía. El silencio en el auditorio solo fue interrumpido por los latidos del corazón de sus padres.

Vamos, linda, puedes hacerlo.

Sigue intentándolo.

No te rindas. Lo vas a lograr.

Y finalmente, sí ocurrió. El bloqueo mental de Jenna terminó y completó la pieza. No obstante, el daño ya estaba hecho. Se paró del banco con la barbilla temblando e hizo su reverencia. La audiencia le ofreció un aplauso compasivo. Jenna bajó del escenario a toda prisa. Denalyn y yo nos escurrimos de nuestros asientos y nos encontramos con ella en el pasillo lateral del auditorio. Mi hija me rodeó con sus brazos y escondió su rostro en mi camisa.

"Oh, papito".

Eso fue suficiente para mí. Denalyn y yo la estrechamos con amor contra nosotros. Si un abrazo pudiera eliminar la vergüenza, aquel habría sido uno de esos. En ese momento le hubiera bajado la luna. Y todo lo que ella dijo fue: "Oh, papi to".

La oración comienza así. La oración comienza con un "Oh, Papito" sincero y honesto.

Jesús nos enseñó a comenzar nuestras oraciones diciendo: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mateo 6.9). Más específicamente, a dirigirnos a nuestro "Abba en el cielo". Abba es un término íntimo, tierno, cariñoso y familiar; la más cálida de las palabras arameas para "padre". Sin nada de formalidad. Con una proximidad prometida. Jesús nos invita a acercarnos a Dios igual que un niño se acerca a su papito.

¿Y cómo se acercan los niños a sus papitos? Visité el patio de recreo de una escuela para averiguarlo. Encontré un lugar en un banco debajo de un toldo, abrí mi libreta de anotaciones y tomé notas. A la mayoría de los niños los recogió su mamá. Sin embargo, se presentaron suficientes papás como para completar mi investigación. Cuando un niño o una niña de cinco años ve a su papá en el estacionamiento, ¿cómo reacciona?

"¡Viva!" (exclamó un niño pelirrojo que llevaba una mochila de Batman).

"¡Helado!" (dijo la niña con pequitas aparentemente refiriéndose a una promesa hecha por el papá).

"¡Pa! ¡Aquí estoy! ¡Empújame!" (gritó un niño que lle vaba una gorra de los Medias Rojas de Boston y salió corriendo directo a los columpios).

Escuché peticiones: "Papito, ¿puede venir Tommy con nosotros? Su mamá está en un viaje de trabajo y él no quiere quedarse con su hermana mayor, porque ella no lo deja ver televisión y lo obliga a comer ...". (Aquel niño parecía una toma de agua destapada. Las palabras nunca pararon.)

Escuché preguntas: "¿Vamos a la casa?". Y percibí emo ción: "¡Papito! ¡Mira lo que hice!".

Esto fue lo que no escuché: "Padre, es muy cortés de su parte haber manejado en su auto hasta mi lugar de educación y haberme provisto transportación doméstica. Por favor, entienda que estoy profundamente agradecido por su benevolencia. Por su espléndido y atento cuidado, así como por su diligencia y dedicación".

No escuché formalidades ni un vocabulario impresio nante, sino a niños que se sentían felices de ver a sus padres y deseosos de hablar.

Dios nos invita a aproximarnos a él de la misma manera. ¡Qué alivio! A nosotros, los flojos en la oración, nos asusta "orar mal". ¿Cuál es la etiqueta y el código de vestimenta para orar? ¿Qué tal si nos arrodillamos en lugar de permanecer de pie? ¿Y si usamos las palabras incorrectas o el tono equivocado? ¿Soy un apóstata si digo "próstata" en lugar de "póstrate"?

¿La respuesta de Jesús? "Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos" (Mateo 18.3, nvi). Se vuelvan como niños. Despreocupados. Llenos de alegría. Juguetones. Confiados. Curiosos. Emocionados. Olvídate de la grandeza; busca la pequeñez. Confía más; presume menos. Haz muchas peticiones y acepta todos los regalos. Acércate a Dios igual que un niño se acerca a su papito.

Papito. El término apunta a nuestro orgullo. Otros saludos permiten un aire de sofisticación. Siendo pastor, conozco esto muy bien. Un tono de voz profundo y una pausa para un efecto dramático. "Oh, Santo Dios ...". Dejo que las palabras resuenen por todo el universo mientras yo, el pontífice de la petición, pontifico mi oración.

"Dios, tú eres mi Rey, y yo soy tu príncipe".

"Dios, tú eres el Maestro, y yo soy tu discípulo".

"Dios, tú eres el Presidente, y yo soy tu embajador".

Sin embargo, Dios prefiere este saludo: "Dios, tú eres mi Papito, y yo soy tu hijo".

He aquí el porqué: es difícil presumir y llamarle "Papito" a Dios al mismo tiempo. En realidad, resulta imposible. Tal vez ahí radique el punto. En otra parte, Jesús da esta instrucción: "Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa (Mateo 6.5, NVI).

A los líderes religiosos les encantaba (y todavía les encanta) hacer un teatro de sus oraciones. Se situaban en lo alto de las intersecciones y practicaban la piedad públi ca. A Jesús le repugnaba el espectáculo. "Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará" (Mateo 6.6, NVI).

Tales palabras con seguridad dejaron atónita a la audien cia de Jesús. La oración, probablemente asumieron, estaba reservada para la gente especial en un lugar especial. Dios se encontraba con el sacerdote en el templo, detrás del velo, en el lugar santísimo. El pueblo estaba conformado por simples granjeros y albañiles. Gente de la tierra. Ellos no podían entrar en el templo. No obstante, sí podían entrar en sus clósets.

"Entra en tu cuarto y cierra la puerta ...". En la cultura palestina, el cuarto que con más probabilidad tenía una puerta era el clóset de almacenamiento. Allí se guardaban las herramientas, las semillas y los instrumentos para sem brar. Es posible que una gallina se colara de vez en cuando. No había nada santo allí. Ni nada santo acerca de ese lugar. Era el taller de trabajo diario.

Y todavía lo es. Mi clóset no tiene lámparas de lujo ni muebles elegantes. Cuenta con un estante para zapatos, una cesta para la ropa sucia, ganchos, y gavetas para medias y ropa interior.


(Continues...)

Excerpted from antes del amén by Max Lucado. Copyright © 2014 Grupo Nelson. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Reconocimientos, xiii,
1. La oración de bolsillo, 1,
2. Padre ... Papito, 11,
3. Tú eres bueno, 21,
4. Necesito ayuda, 31,
5. Sáname, 43,
6. Perdóname, 55,
7. Ellos necesitan ayuda, 63,
8. Gracias, 75,
9. En el nombre de Jesús, amén, 87,
Guía de estudio, 95,
Antes del amén: fortalezas en la oración, 141,
Notas, 157,
Acerca del autor, 161,

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