Samuel Ros (Valencia, 1904-Madrid, 1945) fue un escritor justamente tildado de humorista, aunque tenía poco que ver con otros profesionales del humor, incluso en sus comienzos como uno de los vástagos de Ramón Gómez de la Serna que frecuentaban el Pombo.
Se advierte en su obra cohesión y una honda personalidad. Su inclinación romántica —como escribió Ridruejo— tuvo que convivir con un vanguardista de primer orden que, a través del dolor, alcanzó su personalidad en la novela Los vivos y los muertos. Fue un escritor misterioso, sacudido por premoniciones que oscilaban entre el amor y la muerte y otros temas: el retorno al origen, la vocación de escritor y el logro de la plenitud mediante el amor-pasión.
Azorín, Dionisio Ridruejo, Eugenio Montes, José María Sánchez Silva, etc. hablaron siempre de él con admiración y respeto.
