Se trata de una chismonovela pseudohistórica respetuosa en su irreverencia, hilarante en su desfachatada redacción y sólidamente documentada, en la cual los muertos del cementerio de La Recoleta deciden intervenir en el mundo de los vivos a causa de la grave situación político-social argentina provocada por “la grieta”.
Para ello, resultaba indispensable la designación de un “itinerante” entre los dos mundos que oficiase de intermediario y pudiese organizar un gran evento donde los personajes históricos y los actuales se reuniesen para sellar la paz definitiva en el país. El elegido fue el gordo Emiliano Rojas, que ni bien tomó contacto con los habitantes de la populosa Expectamus ‒perturbadora ciudad construida en los subsuelos del cementerio de la Recoleta por los arquitectos más prestigiosos del país‒ comprendió que para arreglar las cosas entre “los de arriba”, debía primero solucionar muchos temas pendientes entre “los de abajo”.
¿Cómo reaccionarían Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga, Evita Perón, Juan Bautista Alberdi, Dorrego, Sarmiento, Aramburu o Raúl Alfonsín? ¿Qué margen de maniobra le permitiría el recién elegido presidente Macri? ¿Autorizaría el papa Francisco semejante revuelo en su fondo de comercio sin hacer intervenir al cardenal Poli? ¿Quién era lo suficientemente intachable para presidir el Gran Consistorio Intergeneracional que habría de lograr la reconciliación, la unidad, la fraternidad y el progreso? ¿Sería algún muerto o bien un contemporáneo aún con vida?
Para aumentar sus posibilidades de éxito, el gordo Emiliano Rojas se apoyó en difuntos menos influyentes pero que también gozaban de laureles reconocidos: Mariquita Sánchez de Thompson, Alberto Lata Liste, Benjamín Solari Parravicini, Lola Mora, Oliverio Girondo, Scalabrini Ortiz, “Macoco” Álzaga Unzué, Felicitas Guerrero de Álzaga, José "Ce" Paz y varios más.
Se lanzó entonces a una profunda reforma en los hábitos de los muertos que llenaría de luces y actividad la ciudad subterránea.
Sin embargo, el gordo no había tomado en cuenta dos cosas. Una, la posibilidad de enamorarse de alguna de las tantas mujeres apasionantes y apasionadas que moraban en la Expectamus. Otra, la animosidad de los muertos de la Chacarita que, celosos del protagonismo arrasador de los recoletinos, prepararían su boicoteadora revancha.
El gordo Emiliano debió entonces ponerse al frente de los experimentados militares que lo rodeaban y prepararse para la batalla inter-cementerios, no sin antes intentar convencer a los generales San Martín y Belgrano de apoyarlo. Pero nada le aseguraba que los padres de la Patria estuviesen de su lado.
A menos que…