El Maestro de la vida: Jesús, el mayor sembrador de alegría, libertad y esperanza

El Maestro de la vida: Jesús, el mayor sembrador de alegría, libertad y esperanza

by Augusto Cury
El Maestro de la vida: Jesús, el mayor sembrador de alegría, libertad y esperanza

El Maestro de la vida: Jesús, el mayor sembrador de alegría, libertad y esperanza

by Augusto Cury

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Overview

Del Maestro de la vida, aprenda a ser libre.

En El Maestro de la vida, el tercer volumende la colección Análisis de la inteligenciade Cristo, Augusto Cury revela los profundos mensajes que dejó Jesús, desdesu arresto y su juzgamiento hasta su condenación a morir en la cruz. Lanzandouna nueva luz sobre los textos más conmovedores de la Biblia, Cury nos lleva aredescubrir ese gran personaje que fue el divisorio de aguas de la historia dela humanidad. Él no usaba armas ni tenía un ejército detrás de sí. Su únicaarma era sus palabras y hechos. Cuando hablaba, atraía multitudes, incendiabacorazones y destruía prejuicios. Mientras sus enemigos estaban encerrados en unacárcel emocional, prisioneros del odio, de los celos y del miedo, el Maestro dela vida estaba libre dentro de sí. Las historias que usted encontrará en estelibro enseñan que no debemos tener miedo de vivir y que, sobre todo, necesitamostener fe y esperanza para superar los momentos difíciles de nuestra existencia.


Product Details

ISBN-13: 9781602551329
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 08/09/2009
Pages: 192
Sales rank: 816,223
Product dimensions: 5.50(w) x 8.30(h) x 0.70(d)
Language: Spanish

About the Author

Dr. Augusto Cury es un psiquiatra, psicoterapeuta,
científico y autor de gran éxito de ventas. Desarrolló la teoría de la inteligencia multifocal. Para más información, visite www.drcury.com.

Read an Excerpt

El Maestro de la Vida

Análisis de la Inteligencia de Cristo
By AUGUSTO CURY

Grupo Nelson

Copyright © 2009 Augusto Cury
All right reserved.

ISBN: 978-1-60255-132-9


Chapter One

Las causas sociales del juicio

Pasos apresurados, rostros contraídos y una intensa preocupación dominaban a una escolta de soldados que caminaban en la densa noche. Tenían órdenes expresas de arrestar a un hombre. Él no utilizaba armas ni obligaba a las personas a que lo siguieran, pero incomodaba a toda una nación, estremecía las convicciones de sus líderes, destruía los preconceptos sociales, proponía principios de vida y hablaba sobre las relaciones humanas de una forma nunca antes vista.

Jerusalén era una de las ciudades más grandes e importantes del mundo antiguo. Era la cuna de una cultura milenaria. Sus habitantes vivían de las glorias del pasado. Ahora, estaban bajo el yugo del Imperio Romano y nada los animaba. Entre tanto, apareció allí alguien que cambió la rutina de la ciudad. Solo se hablaba de un hombre que realizaba hechos inimaginables y poseía una elocuencia admirable. Un hombre que se esforzaba en vano para no ser asediado, pues cuando abría la boca encendía los corazones. Las personas se codeaban para oírlo.

El carpintero de Nazaret tallaba la madera con las manos y, conpalabras, la emoción humana. ¿Cómo pudo alguien con manos tan ásperas ser tan hábil para penetrar en los secretos de nuestra alma?

Su dulzura y su afabilidad no sensibilizaron a los líderes de su sociedad, que intentaron varias veces sin éxito asesinarlo por apedreamiento. Buscaron hacerlo caer en contradicción, tropezar con sus propias palabras, pero su inteligencia los dejaba atónitos.

Su fama aumentaba cada día. Miles de personas aprendían el idioma del amor. Se hacía cada vez más difícil arrestarlo. Sin embargo, un hecho nuevo dio aliento a sus enemigos: uno de sus seguidores decidió traicionarlo.

El mañana es un día incierto para todos los mortales. Jesús, para sorpresa de sus discípulos, afirmaba que sabía todo lo que le ocurriría. ¿Qué hombre es capaz de penetrar en el túnel del tiempo y anticiparse a los hechos? Él sabía que iba a ser traicionado. Entonces decidió facilitar su arresto, pues tenía la fuerte convicción de que había llegado el momento de pasar por el caos más dramático que un ser humano pudiera enfrentar. Todos huyen de la cárcel; en cambio, Él la buscó.

Alejándose de la multitud, el Maestro de Nazaret se fue con sus discípulos a un jardín cercano a Jerusalén. Era una noche fría y densa. En ese jardín, como relata El Maestro de las emociones, volvió su rostro hacia los pies y, gimiendo de dolor, oró profundamente, preparándose para soportar lo insoportable. Sabía que iba a ser mutilado por sus enemigos y esperó la escolta de soldados.

Jesús se volvió indudablemente famoso

La presencia de Cristo en Jerusalén se estaba volviendo perturbadora. Llegaban personas de todas partes y de las ciudades cercanas para verlo. El asedio de la multitud era aun más intenso porque pocos días antes de su muerte, hizo algo espectacular por su amigo Lázaro en Betania, una pequeña ciudad cerca de Jerusalén (Juan 11.1).

Frecuentemente perdemos contacto con nuestra historia. Losamigos y las bellas y sencillas experiencias del pasado se hacen páginas que difícilmente hojeamos. Jesús, a pesar de su fama, nunca se olvidaba de las cosas simples, ni abandonaba a aquellos que lo amaban. Lázaro estaba muerto hacía cuatro días. Nosotros a veces sepultamos muchos amigos que están vivos y nunca más nos acordamos de ellos. Jesús, al contrario, no se olvidaba ni de los que se habían muerto. Por eso fue a visitar a la familia de su amigo Lázaro.

¿Qué se puede hacer por una persona en estado de putrefacción? Después de quince minutos de paro cardíaco, sin maniobras de resucitación, el cerebro queda lesionado de manera irreversible, comprometiendo áreas nobles de la memoria. Esa situación puede ocasionar un alto grado de deficiencia mental, pues mucha información se desorganiza, impidiendo que los cuatro grandes fenómenos que leen la memoria y construyen las cadenas de pensamientos sean eficientes en esa magna tarea intelectual.

La memoria de Lázaro se había vuelto un caos

Si quince minutos sin irrigación sanguínea son suficientes para lesionar el cerebro, imagínese qué ocurre después de cuatro días de haber muerto, como en el caso de Lázaro. No hay nada más que hacer!

Todos los secretos de la memoria de ese hombre se habían perdido de manera irreparable. Billones, trillones de datos contenidos en el tejido cerebral y que sostenían la construcción de su inteligencia se habían vuelto un caos. No había más historia de vida ni personalidad. Lo único que se podía hacer era intentar consolar el dolor de sus hermanas, María y Marta.

Todas las veces en que parecía no haber nada más que hacer, se aparecía el Maestro de la vida, sobrepasando las leyes de la biología y de la física. Cuando todo el mundo estaba desesperado, Él reaccionaba con tranquilidad.

Lázaro era una persona muy conocida, y por eso muchos judíos estaban allá consolando a sus hermanas. Cuando María vio al Maestro, se lanzó a sus pies, llorando.

Al verla así, Jesús también lloró. Lloró ante el dolor y la fragilidad humana. El hombre Jesús lloraba al ver las lágrimas de sus amigas. Somos muchas veces insensibles a la angustia de los demás, pero nada escapaba a la mirada de Jesús, ni siquiera el sentimiento de inferioridad de una prostituta o de un leproso.

Al llegar al lugar donde Lázaro estaba sepultado, Jesús pidió que quitasen la piedra del sepulcro. Angustiada, María argumentó sensatamente que su hermano ya estaba oliendo mal, pues había fallecido cuatro días atrás. Marta miraba al mundo posible; Jesús, al imposible. Con una seguridad inigualable, el Maestro la calmó diciéndole que no temiese, que solamente creyese.

Quitada la piedra, se aproximó sin importarle el espanto de las personas. Manifestando el poder incomprensible de quien está por sobre las leyes de la ciencia, ordenó que Lázaro saliera del túmulo.

Para perplejidad de todos, un hombre envuelto en ataduras obedeció la orden y vino inmediatamente al encuentro de Jesús. Billones de células nerviosas ganaron vida. Las conexiones físico-químicas que ordenan las informaciones en el cerebro se reorganizaron. El sistema vascular se repuso. Los órganos fueron restaurados, el corazón volvió a latir y la vida recomenzó a fluir en todos los sistemas de aquel cadáver.

Nunca en la historia, hasta el día de hoy, una persona clínicamente muerta, cuyo corazón dejó de bombear sangre hace varios días, recuperó la vida, la memoria, la identidad y la capacidad de pensar, como en el caso de Lázaro. Jesús era verdaderamente un hombre, pero concentraba dentro de sí la vida del Creador. Para Él no había muerte; todo lo que tocaba ganaba vida. ¿Qué hombre es ese que hace cosas que, ni en sus más profundos delirios, la medicina sueña realizar?

Quite la piedra

Hay una consideración que mencionar en este texto. Jesús realizó uno de los milagros más grandes de la historia. Con todo, antes de hacerlo, pidió que los hombres quitasen la piedra de la tumba.

Si tenía poder para resucitar a alguien, ¿por qué no lo utilizó para remover la piedra? Porque es necesario primero retirar la piedra de nuestro miedo, de nuestra inseguridad y de nuestro desespero para que Jesús pueda intervenir.

Sin la fe del ser humano, sin su cooperación, Jesucristo raramente interviene. Para Él, el mayor milagro no es la sanidad sobrenatural de un cuerpo enfermo, sino la superación del miedo, de la infelicidad y de la ansiedad de un alma enferma.

Por voluntad del Maestro de Nazaret, su amigo Lázaro salió del caos cerebral a la plena sanidad. A partir de ahí, la fama de Jesús, que ya era inmensa, se volvió incontrolable. Los líderes judíos, que habían intentado matarlo sin éxito, buscaban en vano contener la admiración que despertaba.

Desanimados, decían los unos a los otros: <> (Juan 12.19) O los líderes judíos lo eliminaban o se rendían a Él.

Los motivos que llevaron a Jesús a ser juzgado

El comportamiento del Maestro de Nazaret no agradaba a aquellos que tenían sed de poder y amaban el individualismo. Su posicionamiento incomodaba hasta a algunos de sus discípulos.

Ellos le pedían que no se ocultase, que se manifestara claramente al mundo. Les hubiera gustado ver a la cúpula judía y la romana inclinándose ante Él. Deseaban ver a su Maestro al más alto nivel, por encima de todos los hombres, para que cuando Él estuviera arriba, ellos pudieran disfrutar de su posición. No obstante, el Maestro los impresionaba con su comportamiento.

A pesar de ser tan poderoso, quería tener el más bajo estatus social. Aunque fuera el más libre de los seres humanos, anhelaba ser esclavo de la humanidad. Los discípulos no comprendían cómo alguien tan grande podía desear hacerse tan pequeño.

Solo una vez aceptó estar encima de los seres humanos. Fue cuando, colgado en la cruz, se volvió un espectáculo de vergüenza y de dolor. ¿Cómo es posible que una persona capaz de tener a todos a sus pies, haya preferido postrarse a los pies del mundo?

El Maestro no lograba ocultarse

Jesús era un fenómeno social imposible de ocultarse. A pesar de llevar una vida sencilla, sin ostentación, no lograba ser ignorado.

El Maestro de la vida no solo era seguido por innumerables personas al ser tocadas en el territorio de la emoción. Ellas se apasionaban por Él. Personas ricas y pobres, cultas e indoctas que nunca habían aprendido las lecciones más básicas del amor pasaron a admirar y amar a un carpintero. Muchos no podían esperar los primeros rayos de sol para salir al encuentro de aquel que diera un nuevo sentido a sus vidas.

La relación afectiva que Jesús tenía con la multitud era insoportable para los miembros de la cúpula judía. <>.

Con todo, no era solo el miedo a la intervención romana lo que los preocupaba. La envidia también los acechaba. Nunca habían alcanzado un pequeño porcentaje del prestigio que tenía el Nazareno. Otro tema intolerable para los líderes de Israel era el de las acusaciones que Jesús hacía contra ellos. Pero lo que más los perturbaba era el hecho de que aquel simple hombre se declaraba el <>, el ungido de Dios, el Hijo del Dios altísimo.

Critica al falso moralismo de los fariseos

Jesús era un hombre valiente. Lograba exponer sus pensamientos a riesgo de su propia vida. Decía que los fariseos limpiaban el exterior del cuerpo, pero no les importaba el interior.

El Maestro era delicado con todas las personas, incluso con sus opositores, pero en algunas ocasiones criticó fuertemente la hipocresía humana. Dijo que los maestros de la ley judía serían drásticamente juzgados, pues ataban cargas pesadas para que las personas las llevasen, mientras ellos no se disponían a moverlas ni siquiera con un dedo (Mateo 23.4).

¿Cuántas veces no somos rígidos como los fariseos, exigiendo de las personas lo que ellas no logran soportar y nosotros mismos no logramos realizar? Exigimos calma de los otros, pero somos impacientes, irritables y agresivos. Pedimos tolerancia, pero somos implacables, excesivamente críticos e intolerantes. Queremos que todos sean estrictamente verdaderos, pero simulamos comportamientos, disfrazamos nuestros sentimientos. Deseamos que los otros valoren el interior, pero somos consumidos por las apariencias externas.

Tenemos que reconocer que, a veces, damos excesiva atención a lo que piensan y hablan sobre nosotros, pero no nos preocupamos de aquello que corroe nuestra alma. Tal vez no perjudicamos a los otros con nuestro fariseísmo, pero nos autodestruimos cuando no intervenimos en nuestro mundo interior, cuando no somos capaces de hacer un aseo general de sentimientos negativos como la envidia, los celos, el odio, el orgullo, la arrogancia, la autocompasión.

Jesús impresiona a los líderes de Israel con sus parábolas

Cierta vez, el Maestro fue invitado a comer en casa de un fariseo (Lucas 14.1). Era un sábado, había muchos invitados y todos lo observaban. Estaban atentos buscando descubrir alguna falla en Él, principalmente si violaría el sábado sanando a alguien. Como siempre ocurría, apareció una persona extremadamente enferma y, una vez más, Jesús sacudió la rigidez de los moralistas.

Antes de realizar el milagro, miró a los invitados y les preguntó: <<¿Qué harían si un hijo o un buey se cayese a un pozo en un sábado? ¿No acudirían inmediatamente?>> Nadie le contestó; algunos quedaron callados, otros, avergonzados.

El Maestro de la vida aprovechó la oportunidad para contarles una parábola más que ilustraba la necesidad compulsiva de prestigio y poder social. Les dijo que cuando fuesen invitados a una boda, no debían buscar sentarse en los primeros puestos para que, viniendo el novio, este no los sacase de allí para dar lugar a personas más importantes. Los animó a buscar el último lugar, para que el anfitrión los invitase a ocupar otro mejor, y así fueran honrados delante de los demás convidados.

En este mismo texto, ese brillante narrador de historias fue más lejos. Les recordó el individualismo, el egocentrismo y el cambio de favores presentes en el consciente y en el inconsciente humanos. Abordó un principio chocante que raramente es observado, aun por aquellos que dicen ser sus más ardientes seguidores (Lucas 14.12).

Les pidió que cuando preparasen una cena, no invitasen a los poderosos, a los ricos y a los amigos, porque estos tenían cómo retribuir. Les recomendó que invitasen a los ciegos, los cojos, los mutilados y los pobres, que no tienen cómo ofrecer nada a cambio. Según Él, la recompensa sería dada por aquel que ve lo que está escondido, por el Autor de la vida.

Deseaba que cuidásemos de los cojos, no solo los que tienen el cuerpo mutilado, sino también los que no logran caminar en esta turbulenta existencia. Anhelaba que ayudásemos a los ciegos, no solo los que no ven con los ojos, sino también los que están ciegos por el miedo, por el dolor de la depresión, por las pérdidas y las frustraciones.

¿Quién ama a las personas despreciadas como Él? ¿Quién acoge a los humildes y los honra como seres humanos únicos? ¿Quién dedica su tiempo, su atención, sus emociones para consolar a los heridos del alma? Con sus palabras sencillas y profundas, el Maestro desafió drásticamente no solo a los fariseos sino a todos nosotros.

El egoísmo, el orgullo y el individualismo son <> del alma que nunca mueren. Los podemos controlar, pero nunca los eliminamos. Si no los combatimos constantemente, un día surgirán en forma discreta, infectando nuestras emociones y distanciándonos poco a poco de nuestro prójimo.

Un amor que valora a cada ser humano

El Maestro se preocupaba por todos los que sufrían. Dedicaba tiempo intentando aliviar sus dolores y rescatando su autoestima, estimulándolos a no desistir de la vida. Deseaba ardientemente que nadie se sintiese inferior ante el desprecio de los demás y de las dificultades sociales.

Las emociones del Maestro eran inmensurables, mientras que las de los fariseos eran mínimas. Si alguien anhelaba ser su discípulo, tenía que ampliar los horizontes de su pequeño mundo e incluir a la gente, debía dejarse invadir por un amor que lo impulsase a cuidar de ellas.

Cristo decía que los sanos no necesitaban de médicos. Los fariseos, aunque estuviesen enfermos del alma, se consideraban satisfechos, plenamente sanos, autosuficientes.

Para Jesús, lo importante no era la enfermedad del enfermo, sino el enfermo de la enfermedad. No importaba cuán enfermas estaban las personas, ni cuánto se habían equivocado o se deprimían y angustiaban, ni hasta qué punto reconocían sus propias miserias emocionales. Los que tenían el coraje de admitir que estaban enfermos, sentían más el calor del cuidado del Maestro. Pero la autosuficiencia de los moralistas les impedía calentarse con su dedicación.

Principios que sobrepasan el sueño de todo humanista

Nadie estableció principios humanísticos ni elevó la solidaridad a un nivel tan alto como el Maestro de maestros de la escuela de la vida.

Ni los filósofos que utilizaron el mundo de las ideas para combatir frontalmente las injusticias, se preocuparon tanto del dolor humano. Ni el más generoso de los capitalistas que divide las ganancias de sus empresas entre sus funcionarios, y dona parte de sus bienes, fue tan lejos en cuanto a respetar a las personas menos privilegiadas. Ni los mismos ideólogos marxistas alcanzaron niveles tan altos en sus aventuras humanísticas.

Jesús criticaba contundentemente la falta de humanidad de los fariseos y de los maestros de la ley. Se oponía al juicio preconcebido que hacían de las personas, a la arrogancia con que las trataban; su crítica, sin embargo, lejos de ser grosera, era delicada. Utilizaba simples y sabias parábolas para incentivarlos a pensar y reconsiderar los fundamentos de sus existencias.

Los fariseos se lavaban las manos antes de comer, pero aceptaban que la basura psicológica llenara sus vidas. Eran osados para señalar con el dedo los errores de los demás, pero tímidos para reconocer sus propias fragilidades. Aquellos que no tienen el coraje de mirar adentro de sí mismos, nunca corregirán los caminos de su propia historia.

(Continues...)



Excerpted from El Maestro de la Vida by AUGUSTO CURY Copyright © 2009 by Augusto Cury. Excerpted by permission.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Prefacio....................11
Capítulo 1 Las causas sociales del juicio....................15
Capítulo 2 El Maestro de la vida paraliza a los soldados....................29
Capítulo 3 El poderoso y dócil: Un ilustre psicoterapeuta....................41
Capítulo 4 Rechazado y torturado en la casa de Anás....................51
Capítulo 5 Condenado en la casa de Caifás por el Sanedrín....................71
Capítulo 6 El juicio realizado por el Imperio Romano....................91
Capítulo 7 Dos Herodes amenazando a Jesús....................103
Capítulo 8 Cambiado por un asesino: Los azotes y la corona de espinas....................109
Capítulo 9 El último intento de los líderes judíos....................119
Capítulo 10 El plan más osado de la historia....................139
Capítulo 11 Las lecciones y el entrenamiento de las emociones del Maestro de la vida....................165
Apéndice Los hombres del Imperio Romano en la historia de Cristo: El momento social....................179
Acerca del autor....................185
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