El Maestro inolvidable: Jesús, el mayor formador de pensadores de la historia
Descubra la dignidad,fraternidad y abnegación encarnadas por la persona de Jesucristo.
En El Maestro inolvidable, el quinto y último libro de la colección Análisis de la Inteligencia de Cristo,Augusto Cury estudia el aspecto de Jesús como maestro, educador y artesano dela personalidad. Para formar seguidores capacitados a difundir sus palabras,Jesús eligió a hombres sencillos y desarrolló en ellos el arte de pensar, latolerancia, la solidaridad, el perdón, la capacidad de ponerse en el lugar delotro, el amor y la tranquilidad.

En una época donde la educaciónestá en crisis, el ejemplo de Jesús y sus discípulos nos ayuda a abrirlos ojos al verdadero sentido de la educación: más que transmitirinformación,educar es producir la capacidad de pensar, de cuestionar, de superardesafíos,de comprender el mundo y de mejorarse cada día. Para cerrar con llave de oroesta colección, Cury nos muestra que Jesús fue el mayor ejemplo de dignidad,fraternidad y abnegación que jamás pisó la tierra.
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El Maestro inolvidable: Jesús, el mayor formador de pensadores de la historia
Descubra la dignidad,fraternidad y abnegación encarnadas por la persona de Jesucristo.
En El Maestro inolvidable, el quinto y último libro de la colección Análisis de la Inteligencia de Cristo,Augusto Cury estudia el aspecto de Jesús como maestro, educador y artesano dela personalidad. Para formar seguidores capacitados a difundir sus palabras,Jesús eligió a hombres sencillos y desarrolló en ellos el arte de pensar, latolerancia, la solidaridad, el perdón, la capacidad de ponerse en el lugar delotro, el amor y la tranquilidad.

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El Maestro inolvidable: Jesús, el mayor formador de pensadores de la historia

El Maestro inolvidable: Jesús, el mayor formador de pensadores de la historia

by Augusto Cury
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by Augusto Cury

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Descubra la dignidad,fraternidad y abnegación encarnadas por la persona de Jesucristo.
En El Maestro inolvidable, el quinto y último libro de la colección Análisis de la Inteligencia de Cristo,Augusto Cury estudia el aspecto de Jesús como maestro, educador y artesano dela personalidad. Para formar seguidores capacitados a difundir sus palabras,Jesús eligió a hombres sencillos y desarrolló en ellos el arte de pensar, latolerancia, la solidaridad, el perdón, la capacidad de ponerse en el lugar delotro, el amor y la tranquilidad.

En una época donde la educaciónestá en crisis, el ejemplo de Jesús y sus discípulos nos ayuda a abrirlos ojos al verdadero sentido de la educación: más que transmitirinformación,educar es producir la capacidad de pensar, de cuestionar, de superardesafíos,de comprender el mundo y de mejorarse cada día. Para cerrar con llave de oroesta colección, Cury nos muestra que Jesús fue el mayor ejemplo de dignidad,fraternidad y abnegación que jamás pisó la tierra.

Product Details

ISBN-13: 9781418562670
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 05/30/2010
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 192
File size: 403 KB
Language: Spanish

About the Author

Dr. Augusto Cury es un psiquiatra, psicoterapeuta,
científico y autor de gran éxito de ventas. Desarrolló la teoría de la inteligencia multifocal. Para más información, visite www.drcury.com.

Read an Excerpt

El Maestro inolvidable

Análisis de la Inteligencia de Cristo
By AUGUSTO CURY

Thomas Nelson

Copyright © 2010 Grupo Nelson
All right reserved.

ISBN: 978-1-4185-6267-0


Chapter One

Características intrigantes de la personalidad de Cristo

Los sueños sorprendentes de un hombre que vivió en el desierto

Hace muchos siglos, un hombre extraño vivió en la tierra árida e infecunda del desierto. Su ropa era tosca, hecha de piel de animales. Su dieta, aún más extraña, la componían insectos y miel de abejas. El sol, el viento y el polvo le habían puesto la piel reseca, y deshidratada. Los cabellos eran desgreñados; la barba, larga y descuidada.

El viento era su compañero. Desde su temprana edad le dio las espaldas a la civilización. Estaba preparado para morir, y que sus huesos fueran abandonados en algún rincón perdido. Pero ese hombre extraño del desierto soñaba como cualquier ser humano. Sus sueños eran tan grandes que le robaban la tranquilidad. Soñaba con alguien que no solo conocía los conflictos y las miserias sociales sino que cambiaría el mundo.

Cierto día dejó de soñar y comenzó a actuar. Salió de la aridez del desierto y se acercó a la brisa de un río. En sus orillas, comenzó a hablar del hombre de sus sueños y de los sufrimientos humanos. Para sorpresa de todos, era elocuente y osado. Hablaba a gritos. Las personas temblaban al oírlo. Sus palabras, lejos de calmar el alma, exponían las heridas. Criticaba los errores, las injusticias, la manipulación de los pequeños por los grandes, la hipocresía religiosa.

Los fariseos, famosos por ser moralistas y versados en la ley de Dios, quedaron asombrados con su discurso. Ese hombre de extraña apariencia juzgaba falsa la postura religiosa reinante. No tenía compromiso alguno con la sociedad, no sabía qué era el status social ni poseía intereses ocultos. Solamente quería ser fiel a sus sueños. Decía a los líderes religiosos que ellos eran verdugos pues apresaban a las personas en el mundo egoísta de sus vanidades y verdades.

Por primera vez en la historia, alguien llamó a la casta más noble de religiosos raza de víboras: bellos por fuera, pero venenosos por dentro (Mateo 3.7). No se incomodaban con las lágrimas de los menos favorecidos. Les faltaba amor por cada miserable de la sociedad. Solo se amaban a ellos mismos.

El hombre del desierto era tan osado que ni siquiera dejó de atacar al violento gobernador de aquellas tierras: Herodes Antipas. Tal osadía; sin embargo, le costó caro. No tardó mucho en ser decapitado (Mateo 14.10). Pero a él poco le importaba morir. Quería mantenerse fiel a su conciencia. Su nombre era Juan, y lo apodaban el Bautista. Por fuera era un Juan más; por dentro, un hombre que quería volcar el mundo boca abajo. Inauguró la era de la honestidad de conciencia, una era que hace mucho se perdió, sobre todo en los días actuales, donde la apariencia vale más que el contenido. El ser humano puede estar pútrido por dentro, pero exteriormente, si tiene fama y dinero, es valorado.

Usando solamente la herramienta de las ideas, Juan afrontó el impermeable sistema religioso judío y el intocable Imperio Romano. Sus ideas contagiaron a muchos. De los grandes a los pequeños, las personas de toda Judea, de Galilea y de Jerusalén afluían para oírlo a las orillas del río Jordán. Sus palabras cambiaban la mente de las personas y abrían las posibilidades de sus pensamientos.

Persuadidas por él, las gentes entraban en las aguas del río Jordán y salían para escribir una nueva historia. Llamado bautismo, ese gesto revelaba un símbolo psicológico fascinante, un cambio en la ruta existencial después de la inmersión en las aguas cristalinas del río. Gotas de esperanza se escurrían por el alma de las personas mientras gotas de agua corrían por los pliegues de la cara. La sonrisa había regresado.

El hombre de sus sueños: el marketing personal

Las multitudes quedaban fascinadas ante los intrépidos discursos de Juan. Pero cuando todos lo admiraban y exaltaban sus ideas, vino la gran sorpresa: Juan habló, por fin, del hombre de sus sueños, el hombre que por muchas noches ocupara el escenario de su mente. Todos quedaron paralizados con sus palabras. <<?Podría haber alguien mayor que el valiente Juan?>>

Para sorpresa de sus oyentes, dijo algo asombroso acerca del hombre de sus sueños. Dijo que esa persona era tan grande que él no era digno de desatarle las correas de su calzado (Lucas 3.16). ?Qué hombre era ése, a quien el valeroso Juan daba un status que ningún rey jamás pudo tener?

En su entendimiento, aquel que durante décadas había aguardado en el desierto, y a quien no conocía personalmente, era el Hijo del Dios Altísimo visitando a la humanidad. El Autor de la vida enviaba a su Hijo al mundo para que tuviera la más enigmática experiencia: vivir la vida humana y escudriñar cada espacio de la emoción, cada área de las mentes, cada rincón del consciente y del inconsciente humano.

El hombre del desierto no temía a nada ni a nadie. Sabía que desafiar sin armas y públicamente al sistema político y religioso lo exponía a morir en cualquier momento. Pero ese miedo no lo perturbaba. Cuando mencionaba al hombre de sus sueños, mostraba el otro lado de su personalidad: una reverencia fascinante. Postulaba para sí solamente el papel de precursor de un hombre que venía a rescatar a la humanidad y cambiarla para siempre. Las palabras de Juan abrían de par en par las ventanas de la imaginación de sus oyentes.

Algunos enviados por los sacerdotes y fariseos preguntaron a Juan quién era él. Su respuesta fue enigmática y confundió a todos: <<Yo soy la voz que clama en el desierto, enderezad el camino del Señor>> (Juan 1.23). ?Porqué <<el Señor>>, que los judíos juzgaban ser el Dios Omnipotente, necesitaría de un ser humano, y sobre todo de un hombre extraño y sin cultura, para prepararle el camino?

Juan nació y creció al margen del sistema social. No se había contaminado por las vanidades, arrogancias e injusticias del sistema, que lo rechazó y lo condenó vehementemente.

El camino que a él se le encomendó preparar no era físico. Era el camino del corazón y del espíritu humano. Juan era un tractor sin frenos que había venido para arar los suelos pedregosos del alma humana, preparándolos para recibir al más fantástico, tierno y gentil sembrador: Jesús de Nazaret.

Para Jesús, la humanidad no era un proyecto fallido. Aunque las guerras, los estupros, los asesinatos, la violencia y las locuras sociales maculaban negativamente a la humanidad, él dedicó toda su vida a ese proyecto. El Maestro de la Vida quería alcanzar un nivel donde los tranquilizantes y antidepresivos más modernos no alcanzan a actuar.

Él no vino a reformar el ser humano, a darle un manual de conducta o a producir una paz temporal. Él vino para producir un nuevo ser. Nadie tuvo tan gran ambición. Jamás alguien apostó tanto a nosotros.

La imagen formada en el inconsciente colectivo

Tiempo después del encarcelamiento de Juan, Jesús lo elogió públicamente. Dijo que entre los nacidos de mujer nadie había sido igual a él en capacidad, valentía, determinación, paciencia y en la utilización del proceso psicológico para vencer la dureza del alma humana (Mateo 11.11).

Antes que Jesús apareciera, los seguidores de Juan pensaban en cómo sería el Mesías, el <<ungido>> de Dios que libertaría al ser humano de su cautiverio exterior e interior. Siete siglos antes, el profeta Isaías había anunciado la venida del Mesías. Pero el tiempo pasó y muchas generaciones murieron sin haberlo visto. Las palabras de Isaías se transformaron en un delirio para Israel. El pueblo soñaba con un gran Mesías que los viniera a libertar de la esclavitud y de la sumisión a Roma.

De todas las naciones, Israel era la única que no se sometía fácilmente al control romano, exigiendo, en cambio, un trato especial. El pueblo hacía frecuentes motines, y el imperio reaccionaba con violencia. Las palabras de Juan el Bautista alimentaban el ardiente anhelo por libertad. Cada una de sus frases era registrada en el centro de la memoria de sus oyentes, generando en el inconsciente colectivo la imagen idealizada de un héroe poderoso.

El hombre de los sueños de Juan se volvió el hombre de los sueños de miles de personas. Castigadas por el hambre y enfermedades en el alma, las personas anhelaban conocerlo. El dolor creó una increíble esperanza, por el sueño de días felices que habrían de venir.

Juan representaba los frágiles rayos del sol que inauguran el más bello de los amaneceres. Después de una larga noche de miedo e inseguridad, muchos judíos volvieron a sonreír. Pero el tiempo pasaba y el Mesías anunciado no aparecía. Expectativas intensas generan tres consecuencias. Si no se realizan, producen frustración. Si son correspondidas, dan placer. Si sobrepasan lo que se esperaba, generan exultación.

?Qué produjo Jesús? Los dos extremos. Frustración, porque no se reveló como un héroe poderoso, sino como el Hijo del Hombre. Y exultación, porque nunca alguien había hecho lo que él hizo o hablado lo que él hablaba.

El grande y sencillo surgimiento

Pensar no es una opción sino que es una actividad inevitable. Nadie puede dejar de pensar. El pensamiento se puede desacelerar hasta interrumpirlo al punto que deje de ser un pensamiento. Ni cuando dormimos dejamos de pensar; por eso soñamos. Todos los días producimos miles de pensamientos.

Juan creció en el desierto. Tuvo contacto con pocas personas, pero debió de pensar mucho. Sus pensamientos estaban saturados de expectativas sobre Jesús, alguien a quien no conocía. Si bien eran primos, habían crecido separados. Sus padres María y José habían huido a Egipto, regresando después a la ciudad de Nazaret, en Galilea (Mateo 2.14). Sin duda que Juan ansiaba conocerlo.

?Cuánto tiempo espera usted para que uno de sus sueños se haga realidad? Hay quienes abandonan los sueños en cuanto comienzan a enfrentar problemas. Otros tienen los sueños muy arraigados dentro de sí pero cuando atraviesan el valle de la frustración, los entierran con lágrimas. Juan esperó por tres décadas para que el suyo se cumpliera. Cuántas noches frías, desencantos y momentos de angustia no habrá experimentado! Treinta años de calor, polvo y sequedad no lo desanimaron.

Juan amaba a quien no conocía. En medio de tantas expectativas, le asaltó una duda: ?Cómo identificarlo cuando se encontrara con él? ?Vendría como un gran rey, con una impresionante comitiva? ?Serían sus ropas tejidas con hilos de oro estableciendo un fuerte contraste con las ropas de su precursor?

Las semanas pasaban y la multitud aumentaba a las orillas del Jordán. Inquietos, algunos se preguntaban: <<?Estará Juan sufriendo alucinaciones?>>

Un día, un hombre apareció discretamente. Parecía uno más entre la multitud. Nada lo distinguía de los otros. Sus ropas eran comunes. No venía acompañado de una escolta. Sus movimientos eran apacibles y no revelaban el poder de un rey, sino la sensibilidad de un poeta. No llamaba la atención de nadie. Sin duda, sería un sediento más, deseoso de oír las palabras del hombre del desierto.

Sin apresurarse, se fue abriendo paso entre la multitud. Tocaba los hombros de las personas y pedía permiso con una sonrisa. Así se fue acercando. Ese no podía ser el Mesías proclamado por Juan, pues en nada se parecía a la imagen que las personas se habían hecho de él! Esperaban a alguien sobrehumano, pero este era un hombre tan normal! Esperaban a un hombre con el semblante de un rey, pero su rostro estaba quemado por el sol y, sus manos, endurecidas por el trabajo!

Continuó acercándose. No había agresividad en sus movimientos, pero sí dulzura en sus ojos. El hombre que habría de cambiar el destino de la humanidad estaba escondido bajo la piel de un carpintero. Nunca nadie tan grande se había hecho tan pequeño para hacer tan grandes a los pequeños.

Con el agua del río llegándole a las rodillas y sin haberse percatado que estaba viniendo a su encuentro, Juan estaba otra vez hablando de la persona más poderosa de la tierra. Súbitamente, se abrió un espacio en la multitud. El hombre de los sueños de Juan estaba allí, pero nadie se dio cuenta. Entonces, las miradas de los dos se cruzaron. Juan quedó petrificado. Interrumpió su discurso. Nada en el aspecto exterior de aquel hombre indicaba que era él, pero, de alguna forma, Juan supo que sí lo era. Sus ojos se posaron en Jesús de Nazaret contemplándolo atenta y embebidamente.

Los ojos de Juan deben de haberse llenado de lágrimas. Tantos años habían pasado y tantas noches mal dormidas esperando a este hombre único. Y ahora, estaba allí, real, delante de sus ojos. Su alma se inundó de esperanza.

Esperanza para los miserables, para los desesperados, para los que hubiesen perdido la motivación para vivir, para los aquejados de trastornos emocionales, para los ansiosos y abatidos. Esperanza también para los felices, para los que hubieren tenido el privilegio de conquistar los más estruendosos éxitos pero que eran conscientes que la vida, por más bella y exitosa que sea, es breve y efímera.

Sí! No solo los miserables necesitan de esperanza sino que también los felices, pues para estos como para aquellos los días terminarán igualmente y nunca más verán a las personas que aman, ni las flores de los campos, ni oirán el canto de los pájaros.

La vida, por más larga que sea, transcurre dentro de un pequeño paréntesis del tiempo. Todos los mortales necesitan de esperanza. La esperanza era el nutriente interior de Juan. Solo eso explica por qué, siendo alguien tan lleno de talentos, haya decidido cambiar el bienestar social por la sequedad del desierto.

El poder se vistió de dulzura

Al ver a Juan paralizado, la multitud cayó en un absoluto y total silencio. No entendían qué estaba ocurriendo, solo sabían que, de repente, el rostro de aquel hombre valeroso había transformado en el rostro de un niño. Parecía que estaba viviendo el momento más feliz de su vida.

La mirada de Jesús, penetrante e inconfundible, transformó en Juan sus años duros vividos en el desierto, en un oasis. Al volver a hablar, Juan cambió el discurso. Dejó de comentar las miserias, las hipocresías, el apego a la fama, la estupidez del poder, las fragilidades, las arrogancias humanas. Depuso el tono de osadía. Él, que había dado al Mesías anunciado un status mayor que el que se daba al emperador romano, ahora estaba perplejo. La mansedumbre de Jesús lo contagió. Había serenidad en su expresión, amabilidad en sus actos. El poder se vistió de dulzura y mansedumbre, una paradoja que habría de acompañar toda la vida de Jesús. Más tarde, revelaría un poder que nunca hombre alguno llegó a tener, pero, al mismo tiempo, demostraría una amabilidad nunca vista. Pronunciaría sermones imponentes, pero su capacidad de comprensión y compasión alcanzaría niveles inimaginables.

Juan percibió, aunque parcialmente, los contrastes que caracterizarían el quehacer de Jesús. Impresionado, dijo una frase poética, no sobre el poder de Jesús sino sobre su capacidad de amar y de entrega: <<He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo>> (Juan 1.29). El hombre de quien no era digno de desatar la correa del calzado era un Cordero manso que moriría por él y por todo el mundo.

Qué contraste! Hemos estudiado las personalidades de hombres famosos como Freud, Van Gogh, Hitler, pero nadie es tan difícil de ser investigado como Jesús. Fueron necesarios veinte años de exhaustiva pesquisa acerca del proceso de construcción de los pensamientos para poder entender un poco las entretelas de su personalidad.

El cambio en el discurso de Juan confundió a las gentes. No eran esas las palabras que la multitud esperaba oír cuando Juan les señalara al Cristo. Más bien parecían esperar que dijera: <<He ahí el poderoso rey que os libertará de Roma>>. Me pongo en la situación de esas personas sufridas que tenían que sacar el pan de la boca de los hijos para pagar los impuestos a Roma. Seguramente yo me hubiera sentido muy frustrado.

Las gentes estaban confundidas y se sentían perdidas. Jamás alguien había dicho que un hombre era un cordero. Nada podía sonar más raro. Es más, jamás nadie había dicho que un hombre se trasformaría en el Cordero de Dios que libertaría al mundo de sus miserias.

La gente quería seguridad, libertad y comida en la mesa. No soportaban la arrogancia de los soldados romanos. Querían ser libres para andar, hablar, correr, pero Jesús les diría que si el ser humano no es libre dentro de sí, jamás lo será externamente. Lo que querían era un analgésico para aliviar el síntoma, pero Jesús les daría el remedio que combatiría la causa de la enfermedad. Ellos querían un reino temporal, pero él les presentaría un reino eterno.

Pero Jesús aún no había hablado. Nadie osaba imaginarse que hablaría de propuestas que sacudirían al mundo. El hombre de los sueños de Juan provocó, en el primer momento, una gran frustración. No era el hombre que estaba en la fantasía de las personas.

Un hombre sorprendente

Después que Juan lo hubo presentado, todos esperaban que Jesús pronunciaa un gran sermón. Pero él, optando por el silencio, entró en las aguas del Jordán para cumplir el ritual simbólico del bautismo. Dejaría de ser el carpintero de Nazaret, cambiaría su hoja de ruta después de treinta largos años de espera para ser el Maestro de los Maestros, el Maestro de las Emociones, el Maestro de la Vida, el Maestro del Amor. Enseñaría al mundo a vivir.

Juan rehusó bautizarlo. Pensaba sin duda que un rey no puede humillarse ante un súbdito. Pero el rey se humilló, en una actitud paradojal que habría de repetirse por el resto de su vida.

El Maestro de los Maestros no buscó convencer a la multitud de su identidad. De haberlo hecho, sin duda que la habría impresionado, pero se calló. Muchos contratan a comunicadores para que les escriban elogios en las páginas sociales. Pero Jesús apreciaba el anonimato. Juan quedó maravillado con su humildad, pero la multitud quedó confundida. El choque fue inevitable. El sueño de aquellas personas había saltado en pedazos.

(Continues...)



Excerpted from El Maestro inolvidable by AUGUSTO CURY Copyright © 2010 by Grupo Nelson. Excerpted by permission.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Prefacio....................9
Capítulo 1 Características intrigantes de la personalidad de Cristo....................13
Capítulo 2 Una invitación insólita, un llamado irresistible....................26
Capítulo 3 La personalidad de los discípulos....................37
Capítulo 4 El vendedor de sueños....................54
Capítulo 5 El corazón de los discípulos: los suelos del alma humana....................74
Capítulo 6 Transformando la personalidad: la metodología y los principales laboratorios y lecciones....................89
Capítulo 7 Judas: antes y después del Maestro....................111
Capítulo 8 Pedro: antes y después del Maestro - el proceso de transformación....................128
Capítulo 9 Juan: antes y después del Maestro - el proceso de transformación....................140
Capítulo 10 Pablo: la más fantástica reedición de las bases de la personalidad humana....................153
Capítulo 11 Una carta de amor: el final de la historia de los discípulos....................166
Apéndice El fin de los discípulos: los sueños que nunca murieron....................175
Acerca del autor....................191
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