Hambre de amor
Basado en la premisa que comer en exceso está unido a una privación emocional y espiritual, no solamente a una ansiedad física, Hambre de amor comienza con un inventario sobre sus relaciones que le ayudará a entender como la desilusión con su familia, cónyuge, o con el alimento mismo, puede conducirle a comer en exceso. Este libro le proveerá un programa completo que le servirá para identificar si usted está utilizando el alimento como un sustituto para el amor, la realización de una carrera, o la amistad; dándole entonces, una forma para romper esa adicción. Una vez que usted comience a tratar con la base psicológica de sus problemas alimenticios, usted estará listo para perder peso de manera saludable mediante un plan diseñado por nutricionistas profesionales, que incluye menús diarios y recetas. Este programa también ofrece estrategias para cuando ocurran recaídas, mantener el programa, motivación, y mucho más. Este es un plan integral para el cuerpo, la mente, y el alma.
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Hambre de amor
Basado en la premisa que comer en exceso está unido a una privación emocional y espiritual, no solamente a una ansiedad física, Hambre de amor comienza con un inventario sobre sus relaciones que le ayudará a entender como la desilusión con su familia, cónyuge, o con el alimento mismo, puede conducirle a comer en exceso. Este libro le proveerá un programa completo que le servirá para identificar si usted está utilizando el alimento como un sustituto para el amor, la realización de una carrera, o la amistad; dándole entonces, una forma para romper esa adicción. Una vez que usted comience a tratar con la base psicológica de sus problemas alimenticios, usted estará listo para perder peso de manera saludable mediante un plan diseñado por nutricionistas profesionales, que incluye menús diarios y recetas. Este programa también ofrece estrategias para cuando ocurran recaídas, mantener el programa, motivación, y mucho más. Este es un plan integral para el cuerpo, la mente, y el alma.
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Basado en la premisa que comer en exceso está unido a una privación emocional y espiritual, no solamente a una ansiedad física, Hambre de amor comienza con un inventario sobre sus relaciones que le ayudará a entender como la desilusión con su familia, cónyuge, o con el alimento mismo, puede conducirle a comer en exceso. Este libro le proveerá un programa completo que le servirá para identificar si usted está utilizando el alimento como un sustituto para el amor, la realización de una carrera, o la amistad; dándole entonces, una forma para romper esa adicción. Una vez que usted comience a tratar con la base psicológica de sus problemas alimenticios, usted estará listo para perder peso de manera saludable mediante un plan diseñado por nutricionistas profesionales, que incluye menús diarios y recetas. Este programa también ofrece estrategias para cuando ocurran recaídas, mantener el programa, motivación, y mucho más. Este es un plan integral para el cuerpo, la mente, y el alma.

Product Details

ISBN-13: 9780718023942
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 04/08/2014
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 400
File size: 1 MB
Language: Spanish

About the Author

El doctor Frank Minirth es fundador de The Minirth Clinic y ha escrito o co-escrito más de treinta libros incluso Happiness Is a Choice, y Worry-free Living.

Read an Excerpt

Hambre De Amor


By Frank Minirth, Paul Meier, Robert Hemfelt, Sharon Sneed, Virginia P. de Lobo

Grupo Nelson

Copyright © 1995 EDITORIAL CARIBE
All rights reserved.
ISBN: 978-0-7180-2394-2



CHAPTER 1

¿Cuándo un atracón de comida es tal?


Cualquiera que observara a Ralph Yoland prepararse para ir al trabajo esa mañana, hubiera visto un hombre delgado y atractivo de 35 años, y lo habría juzgado una figura de éxito; pero en su interior, Ralph no sentía nada parecido a eso, mientras luchaba con los monstruos, desde hacía ya diecisiete años.

¿Sería este el día en que no cumpliría con su plan de mantenimiento y volvería a los cien kilos, sólo para tener que volver a perderlos? Se había mantenido en su peso ideal durante dos semanas, pero, ¿comenzaría de nuevo la loca montaña rusa en la que había estado la mayor parte de su vida adulta? Terminó de peinar su rubia cabellera y dio un toque final a su corbata. Cuando se volvió al espejo la imagen le gritó: «¿Y si este es el día, el día en que descubren quién eres realmente? Los has tenido engañados durante cuatro ascensos en ocho años, pero cuando sepan quién eres, te despedirán».

Repitió con determinación los pasos de su programa de Obesos Anónimos: «Admití mi impotencia ante mi compulsión a comer, mi vida se había vuelto incontrolable. Llegué a aceptar que un poder superior a mí mismo podría devolverme la salud. Tomé una decisión ...»

Ralph completó los doce pasos antes de servirse la taza de café negro e ir al refrigerador en busca de la leche descremada para echarla sobre su preparado de salvado y pasas. Sonrió ante la nota puesta en la puerta del refrigerador. Grandes letras en rojo le preguntaban: «¿Qué te estás comiendo?»

Los monstruos que lo habían estado comiendo durante tanto tiempo estaban tranquilos, pero no se habían retirado. Día por día, si no a cada hora, el programa de mantenimiento los tenía bajo control. ¿Sería alguna vez realmente libre?

¿Lo sería alguna vez Bárbara Jamison?

Ralph y Bárbara, una mujer corpulenta de 80 kilos de peso, parecerían dos personas muy diferentes. Con seguridad nadie que observara a Bárbara más tarde, hubiera pensado en ella como una persona confiable y de éxito. Se había asegurado de que nadie pudiera verla esa tarde. Por cierto que, aun sola en su departamento, cerró con llave la puerta de su dormitorio. Se lanzó al centro de su cama, comenzó a abrir las bolsas y a saborear lo que contenían: cremas de chocolate, pollo frito crocante, ensalada de cangrejo a la crema, una caja de buñuelos sin abrir y papas fritas a la francesa.

Estas últimas las necesitaba siempre que se daba un atracón. Había sido su primera experiencia cuando tenía once años y se escapó de su habitación por la ventana luego de que su padre ebrio la encerrara. Además, la primera verdadera comida después de cada una de sus numerosas dietas para adelgazar que hizo en la secundaria. Papas fritas a la francesa del autoservicio Kampus Korner en la universidad, que engullía antes de volver corriendo al dormitorio para meter la cabeza en el lavamanos y vomitarlo todo, en un ciclo de atracones y purgas, en sus años de estudiante.

Luego vino Torn y su problemático matrimonio ... Bueno, al menos desde que se había ido era más fácil esconder sus golosinas, a pesar de que su insaciable monstruo exigía más cuando estaba a solas.

Al fin parecía estar quieto y con la caja todavía medio llena, Bárbara pudo dejar a un lado los cubiertos. Se sentía demasiado miserable para hacer cualquier movimiento. Con su brazo empujó las sobras de la cama y se recostó. Su última oración, antes de hundirse en el olvido, fue: «Querido Dios, ¿dónde terminará todo esto?»

Bárbara y Ralph comen en exceso, en forma compulsiva. Su adicción a la comida se hizo tan intensa que debieron acudir al centro de tratamientos para pacientes internos del hospital de clínicas Minirth-Meier, en Dallas, Texas.


¿Qué es comer compulsivamente?

«¿Acaso no todos comemos en exceso alguna vez?», se preguntará usted. «Siempre como de más en las Navidades». «Me hartaba en la universidad ... antes de los exámenes, o cuando terminé con mi novio, o cuando mi compañera de cuarto recibió un paquete de beneficencia». «Más de una vez me he puesto a dieta y luego he vuelto a mi peso y un poco más». «¿Significa eso que necesito consultar al médico?»

Una de las dificultades de trabajar en asuntos de comidas es que hay aspectos no muy claros. Es mucho más fácil tratar con adictos al alcohol o a las drogas —se bebe o no se bebe, se es o no se es drogadicto—, pero todo el mundo tiene que comer algo, y el límite de lo que es excesivo es muy particular.

Nuestra definición de una persona que come en exceso y compulsivamente no se basa en algún límite o porcentaje de peso fijo, como decir que alguien tiene 13 kilos más de lo normal. En lugar de eso, nos concentramos en las causas subconscientes de esta conducta obsesiva.

Definimos a las personas que comen en exceso compulsivamente como aquellas que lo hacen para satisfacer su ansia emocional, de la que pueden o no estar conscientes. El que come mucho con ansiedad puede tener desde unos pocos kilos a cincuenta o más de sobrepeso. El asunto no es cuánto pesa, sino más bien sus motivaciones para comer.

Puede ser adicto a la comida tanto como el alcohólico al alcohol, o el que trabaja en demasía lo es al trabajo. Esta fuerte dependencia de algo externo, que lo hace a uno sentirse bien interiormente, se llama «codependencia». A menos que sean identificadas las causas de estas conductas, la persona nunca se librará de una relación codependiente con la comida.


Tres desórdenes alimenticios

El comer en exceso compulsivamente, como lo hacen Bárbara y Ralph, es sólo un tipo de desorden en la alimentación. Otros dos son la anorexia y la bulimia.

La anorexia es una autoprivación crónica de comida, al punto de llegar a tener más de un veinte por ciento por debajo del peso ideal para el cuerpo. Es el intento de la persona de controlar algo de su entorno —por ejemplo un padre rígido y autoritario—, por medio del límite de la comida. Con frecuencia los anoréxicos tienen tanta ansia de amor, que dejan de satisfacer su hambre física. Su ayuno anestesia el dolor provocado por la falta de amor. La bulimia es comer en exceso con ansiedad para satisfacer el hambre de afecto. Luego se liberan de lo ingerido en un intento por aliviar esa pena. Esta purga se lleva a cabo mediante vómitos autoinducidos, laxantes o píldoras dietéticas. Entonces los bulímicos se sienten vacíos y vuelven a atracarse de comida; luego se sienten culpables y se purgan de nuevo.

Aunque la dinámica emocional de estos tres desórdenes alimenticios y los principios de recuperación son similares, este libro se centra en los que comen en exceso de manera compulsiva; y en favor de la simplicidad, la mayoría de nuestras referencias estarán dirigidas a este desorden. Sin embargo, los anoréxicos y los bulímicos tienen mucho en común de la dinámica emocional con los que comen en demasía con ansiedad. Es por eso que invitamos a cualquiera que sufra algún descontrol en la comida, a seguir nuestro camino hacia la recuperación. Es importante recalcar que la anorexia y la bulimia son problemas graves, que amenazan la vida, y si usted se identifica con alguna de estas categorías, debe buscar ayuda médica.


Breve cuestionario

Si trata de decidir si es o no una persona que come compulsivamente, hágase las siguientes preguntas:

¿Come cuando está enojado?

¿Come para calmarse en momentos de crisis y tensión?

¿Come para ahuyentar el aburrimiento?

¿Se miente a sí mismo y a otros acerca de cuánto ha comido y cuándo lo ha hecho?

¿Esconde comida para sí mismo?

¿Se siente incómodo con su figura?

¿Está pesando un veinte por ciento o más por encima de lo recomendado por el médico para usted?

¿Alguna persona significativa en su vida ha expresado preocupación por su modo de comer?

¿Ha fluctuado su peso en más de cinco kilos durante los últimos seis meses?

¿Teme que sus normas alimenticias estén fuera de control?

Si contesta afirmativamente a varias de estas preguntas, y se identifica en alguna medida con Bárbara y Ralph, usted come de forma compulsiva. La Clínica Minirth-Meier trata a muchos que comen en exceso, y este libro está escrito por cuatro médicos asociados a ella, los doctores Frank Minirth y Paul Meier, fundadores de la misma (una de las más grandes clínicas de consulta en los Estados Unidos, con oficinas regionales en Texas, California, Washinton D.C. e Illinois); ambos son siquiatras que también tienen títulos en teología. Tratan a los pacientes desde una perspectiva sicológica, médica y espiritual. El doctor Robert Hemfelt es un sicólogo especializado en conductas obsesivo-compulsivas, y dirige un programa de terapia grupal en la Clínica Dallas. La doctora Sharon Sneed es consejera nutricionista de la Clínica Minirth-Meier, ha ayudado a cientos de pacientes con diversos problemas de salud asociados a una dieta inadecuada. Don Hawkins ha colaborado con su experiencia de más de veinte años de consejería pastoral. El programa de la Clínica para esos pacientes incluye elementos médicos, sicológicos, espirituales y dietéticos.

Ya sea usted una persona que, como Bárbara, intenta por primera vez recuperarse, o alguien que, como Ralph, tiene éxito en su propósito de bajar de peso mediante una dieta, lo invitamos a seguir las jornadas con los doctores en la Clínica Minirth-Meier, y nuestros métodos exclusivos para encarar los desórdenes de la nutrición.

No ofrecemos respuestas fáciles, pues el problema es demasiado complejo para eso. Pero hay solución. Y es un consuelo comprender la complejidad del mismo. Si usted, como la mayoría de la gente, ha iniciado repetidas veces una dieta y ha fallado, el entender que esta no es una tarea sencilla que sólo requiere «un poco más de voluntad», es la clave para comprender por qué tantos intentos anteriores fracasaron y por qué el enfoque multifacético de la Minirth-Meier puede tener éxito.

Hace dos años, cuando Ralph llegó por primera vez a nuestra Clínica pesaba 105 kilos; lo ayudamos a entender los factores que contribuían a que comiera en exceso, y la fuerza automotivada del ciclo de adicción, factores que veremos luego en la primera sección de este libro. Luego continuó con las diez sendas entrecruzadas hacia la recuperación, que encontraremos en la segunda sección. Simultáneamente trabajó con la doctora Sharon Sneed, para conocer las complicaciones médicas relacionadas con la obesidad y la dieta. Ella lo sometió a un programa de alimentación «fácil de cumplir», para que pudiera perder los kilos a medida que seguía las sendas hacia su curación emocional y espiritual. Él reestructuró sus comidas para incluir algunas de las ciento cuarenta recetas saludables y fáciles de preparar, que aparecen en la tercera sección.

Cuando vimos que Ralph comenzaba a recuperarse de las causas emocionales del hábito de comer en exceso, le pedimos que dijera algo de sus diecisiete años de luchas con la comida, a los demás miembros del grupo de terapia. Se mostró dudoso, como muchos pacientes. Aunque había dicho palabras de estímulo a otros en el grupo durante los últimos meses, nunca les había relatado la larga historia de su adicción. Sabíamos la película que pasaba por su mente. Los viejos «demonios» se reían: «¡Ja, ja! Espera a que se enteren de eso». «No querrán que sigas en el grupo cuando lo sepan». «Hasta ahora los has engañado, pero en adelante ... ya verás».


Promesa de Ralph al grupo ... Y a usted

Esa noche Ralph respiró hondo, se acomodó los puños de su camisa francesa para asegurarse que ambos sobresalían media pulgada bajo las mangas del saco y entró a la Clínica. El corazón le dio un vuelco cuando vio que los diecisiete miembros del grupo de terapia estaban allí, sentados en hileras rectas de sillas plegadizas de color beige. Ralph trató de consolarse con el hecho de que la mitad del grupo ya había contado sus historias, pero sus «demonios» lo aguijoneaban con pensamientos como: «Sí, pero hasta ahora ninguno ha oído nada como lo tuyo».

Sólo balbuceó unas palabras a modo de introducción, y de repente se encontró parado frente al grupo diciendo: «Mi padre era alcohólico. Mi madre estaba tan deprimida que iba una y otra vez a los hospitales siquiátricos, hasta que al final quedó internada en uno. Papá me dejó con mi abuela en Nuevo México ...»

Ahora Ralph hablaba con más fluidez, a medida que veía frente a sí, no al grupo de terapia, sino a la casucha de su abuela donde en aquellos tiempos esperaba la llegada de los bonos del gobierno. «Abuela nunca salía de la casa; yo le hacía todos los mandados. Jamás tenía nada para darme, pero siempre cocinaba para mí. Si estaba afuera hasta las tres de la mañana, cuando volvía, se levantaba y me cocinaba frijoles y huevos». Podía verla con su cabello despeinado que caía sobre su desteñido vestido del que las flores rosadas habían desaparecido ya hacía tiempo.

Pero el único consuelo que la abuela podía darle, le trajo sus propios problemas. Ya era bastante que se burlaran en la escuela porque tenía un solo par de pantalones, que usaba hasta que literalmente se deshacía, pero las mofas aumentaron cuando su vientre gordinflón forzaba los botones de su camisa y se le veía la piel donde la ropa no cerraba.

«A los dieciséis años mentí acerca de mi edad y me escapé para enrolarme en el ejército. Sólo que en lugar de enviarme a entrenamiento me mandaron a adelgazar y dedicaron seis semanas a quitarme el exceso de peso: me hacían correr kilómetros, trabajar largas horas y comer poco. Perdí peso. Luego, al campo de entrenamiento, ahí no se engorda. Los miembros del grupo que habían estado en el servicio militar se rieron al identificarse con aquello.

»Luego fui a ultramar. En Nam me inicié en la droga. Cuando terminó la guerra regresé a los Estados Unidos; me sentía más solo que nunca, comía más que antes y era adicto a las drogas. Por fin encontré consuelo para mi aislamiento. Me uní a una pandilla de motociclistas». Se escuchó un murmullo en la sala. No era posible que este hombre de pie frente a ellos, elegante, culto, exitoso, hubiera sido un miembro de semejante banda.

Ralph sonrió ante esa reacción. Disfrutó el momento. Buscó en su bolsillo y extrajo una foto suya en que aparecía con ciento treinta y seis kilos, sus grasientos cabellos rubios caían sobre los hombros, vistiendo chaqueta y botas de cuero remachado con metal, sentado a horcajadas en su Harley Davidson negra. Hizo circular la foto por el grupo.

«Pero eso en realidad no me ayudó. De modo que me casé con Tina. Su padre la golpeaba mucho, así que supongo que le parecía muy normal que llegara a casa drogado o borracho. Pero el matrimonio no duró mucho, y decidí que si quería hacer algo con mi vida antes de amanecer muerto en una zanja, más me valdría encontrar un trabajo decente. Me corté el cabello, hice dieta hasta bajar a mi peso ideal —no me llevó mucho tiempo porque en el ejército había aprendido lo que puede lograr una carrera de quince kilómetros con un estómago vacío— y me compré un traje barato, pero presentable. Conseguí un trabajo donde debíá hacer tarjetas perforadas para una compañía de computación. No tenía mucha educación formal, pero me incliné al campo de la electrónica y avancé bastante rápido en el negocio: de mecánico pasé a supervisor y luego a gerente. Todavía seguía con las drogas los fines de semana y por las noches; sólo trataba de tener la cabeza despejada por la mañana para poder presentarme al trabajo.

»Y seguía metiéndome en problemas con mujeres, dos o tres al mismo tiempo. Era como mi necesidad de comer en exceso, nunca parecía estar satisfecho. Hace poco, el doctor Meier me ayudó a ver que yo quería dos o tres mujeres para no tener que comprometerme emocionalmente en forma íntima con ninguna».

Dos cabezas de la última hilera asintieron. Ralph se relajó un poco, alguien lo comprendía. No todo el mundo pensaba que era un loco, aun cuando su historia aparentara eso.

«Comprendí que comía para llenar un vacío que los médicos llaman hambre de amor, creado por mi infancia trastornada. Aprendí cómo el dolor causado por esa carencia de amor provocaba una baja autoestima que me impulsaba al ciclo de adicción. Y entendí los caminos que debía seguir para llegar a la recuperación total que me había propuesto».

Ralph echó una mirada al reloj de la pared. ¿De veras había hablado todo ese tiempo? Con seguridad ya debía sentarse. Pero el grupo no parecía incómodo. Algunos incluso se inclinaban hacia adelante, como si estuvieran ansiosos de escuchar más. De todas maneras, era mejor finalizar. Se secó la frente.


(Continues...)

Excerpted from Hambre De Amor by Frank Minirth, Paul Meier, Robert Hemfelt, Sharon Sneed, Virginia P. de Lobo. Copyright © 1995 EDITORIAL CARIBE. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Primera parte: Cómo entender el problema,
1. ¿Cuándo un atracón de comida es tal?, 9,
2. Sé que me atiborro de comida ..., 19,
3. Alimentar el corazón hambriento, 37,
4. Comprenda el ciclo de la adicción, 61,
Segunda parte: Diez caminos hacia la recuperación,
5. Primer camino: preparación para el éxito, 83,
6. Segundo camino: comer para el éxito, 101,
7. Tercer camino: despedirse, 129,
8. Cuarto camino: tratar con el dolor, 143,
9. Quinto camino: explorar nuevas perspectivas, 163,
10. Sexto camino: confiar en las nuevas instrucciones, 179,
11. Séptimo camino: elegir nuevos guías, 195,
12. Octavo camino: participe de una sociedad de caminantes, 205,
13. Noveno camino: mantenga la victoria, 221,
14. Décimo camino: enfrentar la recaída, 235,
Tercera parte: Las recetas de hambre de amor,
15. Sugerencias para cocinar y planificar las comidas, 251,
16. Recetas, 263,
Cuarta parte: Apéndices,
Apéndice A: Guía de nutrición y calorías, 341,
Apéndice B: La compulsión de comer y el cuidado integral, 384,
Índice de recetas, 389,

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