-Es hora de ir a la estación, Tom. -Pues, venga, vamos. -Oh, yo no voy. Hace mucha humedad y se me desharían los rizos si saliera en un día como este. Quiero estar presentable cuando llegue Polly. -No querrás que vaya yo solo y traiga a una desconocida a casa, ¿no? - Tom estaba alarmado, como si su hermana le hubiera propuesto escoltar a una mujer salvaje de Australia. -Pues claro que sí. Debes ir a recogerla tú. Y, si no fueras un oso, hasta te gustaría. -¡Qué cara que tienes! Supongo que debería ir, pero tú dijiste que también vendrías. ¡La próxima vez no pienso preocuparme por tus amigas! ¡No, señor! -Tom se levantó resuelto del sofá pese a su indignación, aunque el efecto de esta quedaba empañado en cierto modo por una cabeza despeinada y por el aparente descuido de sus ropas en general. -Venga, no te enfades. Convenceré a mamá para que permita que venga a visitarte ese tal Ned Miller, que tan bien te cae, cuando se haya ido Polly - dijo Fanny con la esperanza de apaciguar su malhumor.