![La Otra Cara de America / The Other Face of America SPA: Historias de los immigrantes latinoamericanos que estan cambiando a Estados Unidos](http://img.images-bn.com/static/redesign/srcs/images/grey-box.png?v11.8.5)
La Otra Cara de America / The Other Face of America SPA: Historias de los immigrantes latinoamericanos que estan cambiando a Estados Unidos
304![La Otra Cara de America / The Other Face of America SPA: Historias de los immigrantes latinoamericanos que estan cambiando a Estados Unidos](http://img.images-bn.com/static/redesign/srcs/images/grey-box.png?v11.8.5)
La Otra Cara de America / The Other Face of America SPA: Historias de los immigrantes latinoamericanos que estan cambiando a Estados Unidos
304Paperback(Spanish-language Edition)
-
PICK UP IN STORECheck Availability at Nearby Stores
Available within 2 business hours
Related collections and offers
Overview
Product Details
ISBN-13: | 9780061130434 |
---|---|
Publisher: | HarperCollins |
Publication date: | 09/05/2006 |
Edition description: | Spanish-language Edition |
Pages: | 304 |
Product dimensions: | 5.31(w) x 8.00(h) x 0.69(d) |
Language: | Spanish |
About the Author
![About The Author](http://img.images-bn.com/static/redesign/srcs/images/grey-box.png?v11.8.5)
Jorge Ramos ha sido el conductor de Noticiero Univision desde 1986. Ha ganado siete premios Emmy y el premio Maria Moors Cabot por excelencia en perio dismo otorgado por la Universidad de Columbia. Además ha sido invitado a varios de los más importantes programas de televisión como Nightline de ABC, Today Show de NBC, Larry King Live de CNN, The O'Reilly Factor de FOX News y Charlie Rose de PBS, entre otros. Es el autor bestseller de Atravesando Fronteras, La Ola Latina, La Otra Cara de América, Lo Que Vi y Morir en el Intento. Actualmente vive en Miami.
Read an Excerpt
La Otra Cara de America / The Other Face of America SPA
Historias de los immigrantes latinoamericanos que estan cambiando a Estados UnidosBy Jorge Ramos
HarperCollins Publishers, Inc.
Copyright © 2006 Jorge RamosAll right reserved.
ISBN: 0061130435
Capítulo Uno
El Bordo
Tijuana, Baja California. Hacía frío. Mucho frío. Estaba caminando hacia la frontera como un zombi, como si hubiera un imán que me jalara al otro lado y no tuviera la voluntad de resistirme. Estaba aquí pero en realidad no quería estar aquí. Otros como yo se acercaban también. Lenta, suave, pero firmemente. La mirada clavada en un horizonte de arbustos y planicies. Allá había que ir. Allá. Luego, a punto de llegar, nos paramos en seco. Frente a nosotros estaba la cerca. Y del otro lado: Estados Unidos. La cerca era una mole metálica de unos tres metros de altura y llena de hoyos. "Y para esto se gastaron tanto dinero?", pensé. Donde la tela de metal no estaba cortada, se podía hacer una zanja--escarbándole un poquito--y pasarla por debajo. No problem. "Esta reja no detiene a nadie", dije en voz alta. Enfrente, a unos 300 metros, unos señoritos vestidos de verde y parados junto a una patrulla nos miraban fijamente a través de unos binoculares. Estaban tan lejos que a mí me parecían de caricatura. Pero seguro que ellos podían ver el cansancio, detectar los ojos rojos de miedo rojo y leer la determinación deburlarlos. Los que estaban a mi lado se sentaron de aguilita, como cuando uno quiere ir al baño y no hay ninguno cerca. A esperar. El plan de todos--había cientos--era muy sencillo; dejar que los de la migra se cansaran y se fueran. O esperar el cambio de turno. Total, no había a dónde más ir y eran apenas las 10 de la noche. Me senté también. Ahora, lo único que quería saber era cómo pensaban cruzar, por dónde, en qué momento, a quién debían pegarse, a quién evitar. El frío se me colaba por debajo de los pantalones. La chamarra era gruesa pero no me calentaba. Y entonces me acordé de mi hermana Lourdes cuando decía que "tenía frío por dentro". Yo también tenía frío por dentro. Me tomé algo caliente--un café muy aguado--, pero no me sirvió de nada. Pinche frío, pinche frío, pinche frío, repetía, como esperando que con la repetición me calentara. Empecé a temblar. Otros también temblaban, pero no sé si de frío o por acordarse de lo que dejaban atrás. Las familias se habían reducido a fotografías de blanco y negro en una carterita. Ahí, las fotos del niño que ya no lloraba y de la esposa que ya no besaba y del padre que ya no sonreía iban bien pegadas a la estampita de la Virgen. La verdad, no se querían ir. Aunque lueguito lueguito se acordaban de por qué estaban ahí: "Es que acá en México no hay jale". Mientras tanto, montones de ojos de águila seguían esperando un pestañazo de los de verde, la vuelta de la llanta del jeep, un momento de descuido. Las enormes luces del lado norteamericano--como las del estadio Azteca en el D.F., recordé--luchaban contra una noche sin luna. De pronto, las mandíbulas se apretaron, los estómagos se convirtieron en tablas y los cuellos se marcaron de venas a punto de reventar. Me agité y empecé a respirar muy rápido. Había llegado el momento de cruzar. Cambio de turno. Se oyó perfectamente la camioneta al prenderse y al poco tiempo el brooom del motor se perdió. Todos los de este lado se empezaron a mover, como en una coreografía. Primero medio agachados y luego, ya bien parados, echándose a correr a todo lo que daban. Ahí me detuve. Me toqué el bolsillo del pantalón y me sentí distinto. Era el bultito de mi pasaporte mexicano y mi green card. Por si las moscas. Ellos se fueron hasta convertirse en sombras y yo me quedé pensando que la vida es muy cabrona.
La noche que me acerqué a la frontera a pie, todavía del lado mexicano, había un hombre vendiendo bolsas de plástico.
--Bolsas de plástico para cruzar la frontera?--pregunté a uno de los muchachos que andaban por ahí--. Para qué?
--Pues para que no se te mojen los pantalones, ñero--me contestó. Y luego añadió que cuando estás en Gringolandia no conviene que la migra se dé cuenta que acabas de cruzar. Eso pudiera significar irse derechito al bote, a la cárcel.
La venta de bolsas no era un negociazo, pero daba para vivir. Asimismo, en parrillitas de carbón y cubetas con hielo otros vendían taquitos y refrescos para curarle el hambre a los que estaban a punto de cruzar el bordo. Así le dicen por aquí. Debe ser una de esas palabras (border) que de tanto mencionar entraron al nuevo diccionario de espanglish.
En la frontera no es difícil encontrar con quien hablar. Cientos de personas, dispersas, veían hacia el norte, como si estuvieran esperando una señal para cruzar. En el ambiente, sin embargo, hay un cierto nerviosismo. Es la tensión del que sabe que en unos momentos se va a jugar el pellejo. Así deben sentirse también los soldados que van a iniciar un ataque.
Las conversaciones son monotemáticas. Cuándo piensas cruzar? Ya te agarró la migra? Por dónde es más fácil? Vas solo o con coyote? Curiosamente, los momentos más relajados ocurren cuando pueden ver, del otro lado, a los agentes de la patrulla fronteriza. Eso significa que en ese momento nadie puede cruzar.
--Por qué te vas de México?--pregunté a un joven que llevaba barba de varios días y una camisa blanca que hacía mucho ya no lo era.
--Aquí ya no se puede vivir con el sueldo mínimo--me dijo--. No se mantiene uno con uno o dos hijos--sus ojos proyectaban esa convicción de saber que estás enfrentando lo inevitable.
Muchos se ìban a lanzar a la aventura solos. Pero otros preferían la ayuda de un coyote o pollero. Es fácil identificarlos. La gente se les acerca, dan instrucciones y casi nunca te mantienen la mirada.
No fue complicado ganarse la confianza de uno de ellos. Es más, con el que platiqué parecía estar muy orgulloso de lo que hacía.
Continues...
Excerpted from La Otra Cara de America / The Other Face of America SPA by Jorge Ramos Copyright © 2006 by Jorge Ramos. Excerpted by permission.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.