Más que libertad: La historia de una joven llamada Miriam

Miriam: De ella han hablado miles pero hasta hoy nadie ha conocido su origen, nisu nombre. Mucho menos su destino.
Esta es la historia de una muchacha dulce, humilde yvalerosa. Nunca empuñó una espada; sin embargo, fue la mejor de las guerreras.Le ganó a la vida. Le ganó a la adversidad. Noera profeta, pero llevó el mensaje de Dios en su propia vida y logró el milagrode la transformación del corazón humano. Supo mantenerse firme en medio de laadversidad. Supo vencer los sentimientos más viles y poner en su lugar los másnobles y puros. La capturaron para hacerla esclava pero nunca pudieronesclavizar su espíritu. Ella era libre, verdaderamente libre. Lo invito a conocer a Miriam.

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Más que libertad: La historia de una joven llamada Miriam

Miriam: De ella han hablado miles pero hasta hoy nadie ha conocido su origen, nisu nombre. Mucho menos su destino.
Esta es la historia de una muchacha dulce, humilde yvalerosa. Nunca empuñó una espada; sin embargo, fue la mejor de las guerreras.Le ganó a la vida. Le ganó a la adversidad. Noera profeta, pero llevó el mensaje de Dios en su propia vida y logró el milagrode la transformación del corazón humano. Supo mantenerse firme en medio de laadversidad. Supo vencer los sentimientos más viles y poner en su lugar los másnobles y puros. La capturaron para hacerla esclava pero nunca pudieronesclavizar su espíritu. Ella era libre, verdaderamente libre. Lo invito a conocer a Miriam.

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Más que libertad: La historia de una joven llamada Miriam

Más que libertad: La historia de una joven llamada Miriam

by Deysi Cuevas de Parra
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Más que libertad: La historia de una joven llamada Miriam

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eBook

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Overview

Miriam: De ella han hablado miles pero hasta hoy nadie ha conocido su origen, nisu nombre. Mucho menos su destino.
Esta es la historia de una muchacha dulce, humilde yvalerosa. Nunca empuñó una espada; sin embargo, fue la mejor de las guerreras.Le ganó a la vida. Le ganó a la adversidad. Noera profeta, pero llevó el mensaje de Dios en su propia vida y logró el milagrode la transformación del corazón humano. Supo mantenerse firme en medio de laadversidad. Supo vencer los sentimientos más viles y poner en su lugar los másnobles y puros. La capturaron para hacerla esclava pero nunca pudieronesclavizar su espíritu. Ella era libre, verdaderamente libre. Lo invito a conocer a Miriam.


Product Details

ISBN-13: 9781602554801
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 03/29/2010
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 128
File size: 646 KB
Language: Spanish

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MÁS QUE LIBERTAD

LA HISTORIA DE UNA JOVEN LLAMADA Miriam
By DEYSI CUEVAS DE PARRA

Thomas Nelson

Copyright © 2010 Deysi Cuevas de Parra
All right reserved.

ISBN: 978-1-60255-480-1


Chapter One

Miriam en casa

El día cae lentamente. Es hora de cenar. Por el camino, a lo lejos, se ve venir una figura. Avanza con paso cansado pero sostenido. Miriam observa con atención. Está segura. Es él. Corre de regreso a casa.

Con voz agitada llama a su madre:

—¡Mamá! ¡Mamá!

—¿Qué pasa, Miriam? ¡Contrólate, hija! Ya no eres una niña para andar a las carreras por todos lados. ¿Qué es tan importante para que llegues gritando de esa manera?

—¡Es que él viene por el camino, mamá! ¡Estoy segura de que es él!

—¿Quién? ¿Quién viene por el camino?

—El profeta, madre. El profeta Eliseo. Lo acabo de ver.

—¿Estás segura? Pensé que vendría recién el mes entrante. No, no creo que sea él.

—Estoy segura de que es él. Lo conozco perfectamente. Y viene solo.

—Bueno, ve, asegúrate bien y luego avísale a tu padre.

Miriam sale nuevamente, corriendo y su madre, como de costumbre, tras ella.

—Pero Miriam, no corras. Camina, hija, camina.

Sólo para complacer a su madre, la muchacha se tranquiliza y vuelve a mirar desde lo alto hacia el valle. Está segura de lo que ha visto. Observa un momento y sí, es Eliseo quien se acerca. Corriendo, se dirige hacia la parte de atrás de la casa. Allí está el padre, cortando la leña que se usará durante la noche.

—¡Papá!, ¡Papá! —grita la muchacha, muy emocionada por la visita que se acerca—. Por el camino viene el profeta.

—¿Eliseo? ¿Estás segura, niña?

—Lo vi, estoy segura que es él. Abajo por el camino, en el valle, Es él, papá. ¡Ah! Y viene solo.

—¿Solo? Eso es aún más extraño. Que Eliseo haga un viaje tan largo y solo. Creo que estás viendo visiones, hijita.

—No, papá; es la verdad. Ven, vamos a ver. Pero corre.

—Está bien, está bien. Vamos a ver, pero no me apures. No tengo tu edad, Miriam.

El padre camina junto a su hija hasta el borde de la colina. Observa detenidamente. Y sí. Hay una figura que se acerca pero él no la puede distinguir muy bien aún. Después de unos instantes, ya no le cabe duda.

—Sí, creo que es él. Tenías razón pequeña. Es nuestro querido Eliseo. Iré a encontrarlo —dice el padre con voz firme—. Dile a tu madre que prepare todo para recibirlo.

Mientras su padre comienza a bajar al valle, Miriam se dirige nuevamente a la casa. Su madre le ordena preparar el cuarto al tiempo que ella saca de las cenizas las tortillas recién cocidas.

Eliseo es una visita ilustre. La familia se siente honrada, pues cada vez que viene a la región se hospeda con ellos. La casa no es grande, pero del otro lado del pequeño patio hay un cuarto. Es el cuarto de Eliseo construido por el papá de Miriam especialmente para él, no obstante que no llega por allí muy a menudo. Vive en Samaria, en el centro del país, por lo que el camino que debe recorrer hasta Dan es largo y agotador.

Dan es un pequeño poblado cerca de la frontera con Siria. La casa de la familia queda en las afueras del poblado, en lo alto de una colina. Desde allí, Miriam puede ver si alguien se acerca por el camino. En estos tiempos y por la ubicación del pueblo, eso es muy importante. Los enemigos de Israel siempre son una amenaza. Pero hoy. Hoy es el hombre de Dios quien se acerca por el camino. La familia está feliz. Los preparativos deben hacerse rápido. Ana quiere que todo esté listo y dispuesto para cuando el profeta llegue.

—¡Pronto, Miriam! —le dice su madre, asomándose al patio—. ¡Apresúrate con el cuarto! La comida está casi lista.

—Sí, madre. Aquí estoy. Ya terminé.

—¿Pusiste todo en su lugar?

—Sí. Hasta una silla para que el profeta se sienta cómodo. Y unas flores. Son pocas, pero puse unas flores.

—¿Flores? No creo que a Eliseo le gusten las flores, hija.

—Tú no lo conoces, madre. Claro que le gustan, son de hermoso color y de exquisito aroma. Alegrarán su cuarto.

—Está bien. Pon el pan en la canasta. Y, por favor, compórtate. No corras mientras Eliseo esté en casa. No entiendo tu costumbre de hacer todo a las carreras. No corras ¿entiendes? ¡No corras!

—Sí, madre, no lo haré, lo prometo. Sabes que lo que me gusta hacer cuando viene el profeta es escuchar sus historias y cómo nos habla de Dios. Debe amarlo mucho. Se nota en sus palabras. ¿Crees que tenga algún nuevo milagro que contarnos? Yo creo que sí. ¡Qué emocionante! Ya quisiera estar escuchándolo.

Miriam es una muchacha bastante inquieta, alegre y vivaz. Es hija única de Rubén y Ana. Tenía un hermano pero murió muy joven a causa de una extraña enfermedad. La familia es pequeña, pero muy unida. En los alrededores viven sus familiares. Tíos, primos. Todos descendientes de la tribu de Dan.

Por fin se sienten los pasos cansados de Eliseo acercándose a la casa. Los hombres conversan y ríen mientras entran en la habitación. Ana toma rápidamente a Miriam como queriendo sujetarla y la pone a su lado. Luego se para con ella en un rincón del cuarto. Eliseo entra y dirige su mirada hacia ellas que hacen una reverencia y bajan la mirada. Eliseo sonríe cálidamente.

—¡Ana! —dice, con un aire de confianza—. ¿Cómo has estado, mi querida Ana?

Se acerca a la mujer, quien sonríe levantando la mirada.

—¡Mi señor, ésta es tu casa! —responde, con gran respeto—. ¡Que alegría recibirte en nuestro hogar! Dios se ha acordado de nosotros enviándonos a su siervo.

—¿Y Miriam? —pregunta Eliseo—. No me digas que ésta es mi querida Miriam. ¡Cómo has crecido! Ya no eres la pequeña niña que salía a recibirme de carreras ¿verdad? ¡Cómo ha pasado el tiempo! Veo que eres una hermosa doncella. Ven acá. Déjame verte. Quiero pedir la bendición de Dios sobre ti.

Miriam siente gran admiración por el profeta. Es el hombre de Dios y lo respeta como tal. Lo ha aprendido de sus padres. Ha sido educada en el temor de Jehová. La familia guarda la ley de Moisés por la que se rige estrictamente. Para ellos, y en especial para Miriam, Eliseo es la voz de Dios que debe ser escuchada; de modo que recibir una bendición de este varón es recibirla directamente de Dios.

Miriam se acerca y saluda al profeta con una reverencia.

—Mi señor. ¡Qué bueno que has venido!

De pie frente a él, inclina la cabeza como esperando que el profeta haga efectivo su ofrecimiento. Eliseo pone su mano sobre la cabeza de la muchacha y con voz profunda pero dulce, pronuncia unas palabras que más que bendición suenan a profecía.

Serás una mujer grande y valerosa. Llevarás alegría y bendición en donde quiera que vayas. La protección del Señor estará sobre ti. Su mano te guardará aún en tiempo de angustia y adversidad.

La voz del profeta se quiebra y lágrimas brotan de sus ojos. Se produce un silencio interminable.

La madre de Miriam le dirige una mirada penetrante. Algo sucede. Lo intuye e intenta descubrir en los ojos de Eliseo lo que el profeta guarda en su corazón. Pero no pregunta. Tal vez sea mejor no saber.

Eliseo procura que el instante pase desapercibido y abraza a Miriam mientras exclama:

—¡Qué alegría verte! ¡Qué alegría verles a todos! Ha pasado tanto tiempo. ¡Qué bueno es estar juntos nuevamente!

Pero Ana es madre y ha guardado en su corazón lo sucedido.

El dueño de casa invita a Eliseo a que se ponga cómodo. Trae agua y con mucho cariño lava los pies de su amigo. Unge su cabeza y deja caer agua en las manos de Eliseo para que éste pueda lavárselas. Rubén considera un honor recibir y atender al enviado de Dios. Pronto todo está listo para comer. Eliseo bendice los alimentos y luego los hombres comen mientras ambas mujeres se dedican a servir. La comida es sencilla, pero amigable. Las tortillas de cebada, el agua y el vino son servidos con afecto y respeto. Mientras los varones comen, Miriam se sienta en un rincón de la habitación. Quiere escuchar; y es que cada vez que Eliseo viene se deleita oyendo de señales y milagros. De enfermos que han sido sanados y muertos que han resucitado. Ella sabe que la voz del profeta es la voz de Dios. Lo sabe bien y guarda en su corazón cada palabra. Está atenta escuchando; no quiere perderse el más mínimo detalle. Esta vez, Eliseo les cuenta sobre los tiempos difíciles que, a causa de la falta de alimentos, se viven en el lado sur de la nación. —Ustedes son afortunados —les dice—. El hambre azota varias regiones del país, mientras ustedes tienen alimento en abundancia según veo.

—¿Es mucha la necesidad? —pregunta el padre de Miriam, preocupado.

—Sí, pero Dios es fiel y provee para su pueblo. Un día, alguien me trajo pan de las primicias de su tierra. Veinte panes de cebada y espigas de trigo fresco. Y como había tanta necesidad en el pueblo le dije a Giezi que los usara para alimentarlos. Giezi me dijo que era imposible alimentar a cien personas con tan poco, pero Jehová Dios me había dicho que toda la gente comería y que sobraría. Se lo hice saber a Giezi y él comenzó a servir. Todos comieron y al final sobró.

—Alabado sea el Señor —exclama Rubén, emocionado por las palabras del profeta.

La hora avanza rápidamente cuando Eliseo está de visita, de modo que ya es tiempo de dormir. Miriam es la primera en irse a la cama. Pero antes, se atreve a preguntar:

—Mi señor ¿podrías contarnos alguna otra de las experiencias que has vivido últimamente?

Eliseo mira al padre como pidiendo su autorización.

—Si tu padre está de acuerdo, con mucho gusto.

—Por supuesto —replica Rubén–. Yo también quisiera escuchar algo más.

Entonces Eliseo comienza a contarles:

—Cierta vez, una de las mujeres de los hijos de los profetas vino a mí, diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo temía al Señor; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos». Y yo le respondí: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime: ¿qué tienes en tu casa?» Y ella me respondió: «Tu sierva no tiene en casa más que una vasija de aceite». Entonces le dije: «Ve, pide vasijas prestadas por todas partes de todos tus vecinos, vasijas vacías; reúne todas las vasijas que puedas. Luego entra en tu casa y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos, y echa el aceite en todas esas vasijas, poniendo aparte las que estén llenas». Entonces la mujer hizo todo lo que yo le ordené y cuando hubo juntado todas las vasijas, cerró la puerta tras sí y de sus hijos; y ellos traían las vasijas y ella echaba el aceite. Llenaron una, y otra y otra ... Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron todas llenas, dijo ella a un hijo suyo: «Tráeme otra vasija». Y él le dijo: «No hay más vasijas». Y cesó el aceite. Después de esto, ella misma fue quien vino para contarme lo que había sucedido con el aceite. Así que le dije: «Ve, vende el aceite y paga tu deuda, y tú y tus hijos podrán vivir de lo que quede». ¿Qué te parece Miriam? Tenemos un Dios poderoso. Él no abandona a sus hijos. Si ponemos en él nuestra confianza, él nos sustentará y obrará en nuestro favor. Ahora creo que podrás ir a la cama ¿verdad?

—Sí mi señor. Muchas gracias por compartir con nosotros tus historias. Son maravillosas.

—Dios te bendiga, Miriam. Que descanses.

Miriam, está muy emocionada con la visita de Eliseo. Ha escuchado de tantas cosas sobrenaturales que su corazón parece salírsele del pecho. Jehová Dios tiene todo poder. Él es el único Dios verdadero. Miriam lo tiene muy claro.

Los hombres salen para caminar y charlar un poco. La noche es clara y una caminata viene bien para dos amigos que no se veían desde hacía tiempo.

—¿Cómo ha estado todo por aquí? —pregunta Eliseo a Rubén.

–Ha sido difícil, cada día es incierto. Vivimos en la frontera. Bandas armadas aparecen repentinamente y se llevan todo lo que está a la mano. Son soldados del ejército sirio. Llegan y exigen alimentos. Hasta ahora sólo han robado comida. Pero mis hermanos sienten temor. Temen por sus hijos y sus mujeres. No es fácil vivir así. Siembras, cosechas y mueles el trigo con tanto esfuerzo para que otros coman tu pan. Se llevan nuestras ovejas y golpean a quien se cruce en su camino. Ruego a Dios cada día que esto termine. Pero, ¿cuándo, Eliseo? ¿Cuándo Jehová, nuestro Dios se acordará de nosotros?

—Él tiene memoria, Rubén. Él sí se acuerda y no dejará sin castigo al que comete injusticia o sin recompensa al que hace el bien. Dios es justo, amigo mío. Que tu fe no decaiga. Dios no se olvida de sus escogidos.

—Eso espero, Eliseo; eso espero.

Los hombres continúan su plática. Y Rubén pregunta:

—Pero dime ¿a qué se debe tu visita esta vez?

–Dios me ha enviado. Él me ha revelado lo que sucederá en poco tiempo y debo comunicártelo. He venido a verte por eso. Vendrán tiempos aún más duros para ti y para Ana, Rubén. Pero debes permanecer firme. Ten confianza. Nuestro Dios no se olvidará de la aflicción de tu corazón. Pensarás que todo habrá terminado pero no será así. La aflicción durará sólo un tiempo y pasará. Y recibirás recompensa por tu fidelidad.

–Pero, ¿de qué se trata? ¿Es Miriam? Se trata de ella, ¿verdad? Es por eso que tu voz se quebró cuando estabas bendiciéndola. Es ella, algo le sucederá a mi querida hija.

—Tranquilo, Rubén. No daré más detalles sobre el asunto. Pero sí te puedo asegurar que Dios tiene un propósito con Miriam y no permitirá que ese propósito deje de cumplirse. Debes estar tranquilo y confiar.

Mientras Eliseo y Rubén continúan hablando, Ana se asoma tímidamente a la puerta. No puede oír la conversación, pero en su corazón lo sabe. Eliseo ha venido por algo. Es muy extraño que adelantara tanto su viaje. Algo sucederá, ¿pero qué?

Ana regresa a la casa y se dirige a la cama donde Miriam duerme plácidamente. Y hasta sonríe. Es tan alegre, y su alegría se transmite aún cuando duerme. Ana se recuesta a su lado y la abriga con cariño. La aprieta contra su pecho como intentando retenerla. Parece darse cuenta de que algo sucederá y está relacionado con su pequeña.

Mientras la abraza firmemente, las lágrimas ruedan por sus mejillas y susurra: «Jehová, Dios mío, es tuya. Me la has prestado solamente. Es tuya. No importa lo que venga por delante, Miriam es tuya, mi amado Padre, solo dame las fuerzas para enfrentar lo que nos depare la vida».

Ora hasta que se duerme junto a su hija. Eliseo ya se ha retirado a su aposento y Rubén entra en la casa. Intentarán descansar a pesar de lo hablado anteriormente. Rubén se dirige a la cama de Miriam. —Mira con ternura a su hija y a su esposa. Ambas duermen aferradas la una a la otra. Decide dejarlas dormir. Tal vez sea mejor que ella ignore lo que Eliseo le ha dicho. Es mejor dejarla descansar y disfrutar de su pequeña.

Rubén procura dormir. Pero con las noticias que ha traído Eliseo le resulta muy difícil conciliar el sueño. Su clamor es uno: «Dame fuerzas, Señor. Dame fuerzas».

Eliseo se queda en casa de la familia solamente por dos días. Tiene que regresar a Samaria lo antes posible. Lo despiden con cariño. Han sido dos días llenos de alegría.

—¿Cuándo regresarás? —pregunta Rubén.

—No lo sé. Hay muchas cosas que atender en Samaria. Ya veremos lo que Dios nos ordena hacer.

—Gracias por venir, padre mío.

—Espero que recuerdes mis palabras, Rubén. Sé fuerte y fiel a nuestro Dios. No permitas que tu fe decaiga.

Eliseo ya está listo para emprender el viaje. Rubén llama a su esposa y a su hija, las que se presentan ante Eliseo. Ana trae algunos panes de cebada para que el hombre de Dios lleve para el camino.

—Hasta pronto, mi señor —dice Ana—. Espero que regreses pronto.

Eliseo la mira con respeto y admiración mientras dice:

—Que el Señor sea contigo, Ana. Que su mano de bendición repose sobre tu vida. Agradezco tus atenciones. Dios te recompense en gran manera. Y dirigiéndose a Miriam, le dice: «Nunca olvides que Dios está contigo. Él no te dejará ni te desamparará. Dios es fiel, mi querida niña. Dios es fiel. ¡No lo olvides!»

Eliseo emprende el viaje de regreso a Samaria. Miriam y Ana se quedan paradas en lo alto para ver alejarse al profeta. Rubén lo acompaña por algunos kilómetros. Es una forma de expresarle su gratitud y amistad.

(Continues...)



Excerpted from MÁS QUE LIBERTAD by DEYSI CUEVAS DE PARRA Copyright © 2010 by Deysi Cuevas de Parra. Excerpted by permission of Thomas Nelson. All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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