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MINISTERIO JUVENIL 3.0
Especialidades Juveniles
By Mark Oestreicher
Zondervan
Copyright © 2010 Mark Oestreicher
All right reserved.
ISBN: 978-0-8297-5743-9
Chapter One
LA NECESIDAD DE UN CAMBIO
¿Alguna vez has tenido la visión de un perfecto día de aventura y luego te encontraste con que la realidad ni siquiera estuvo cerca? Experimenté eso de forma severa en Mendoza, Argentina, en el otoño de 2006.
Yo estaba en Mendoza en una de las convenciones de Especialidades Juveniles para líderes juveniles en español (llamada Convención Internacional de Liderazgo Juvenil). En la tarde del domingo del evento, tuve mucho tiempo libre. Así que dos amigos y yo decidimos encontrar una aventura. Hablamos con una mujer que trabajaba en un stand de turismo acerca de la compra de boletos para una carrera de autos que se estaba llevando a cabo justo en las afueras de la ciudad. Pero ella nos informó que las entradas estaban agotadas y sugirió que hiciéramos un tour en bicicleta por los viñedos.
Mendoza es el Valle de Napa de Argentina, y está salpicada con cientos de viñedos. A pesar de que un tour por los viñedos en bicicleta nos sonó un poco demasiado «Mary Poppin-esco« para nosotros hombres, no teníamos muchas otras opciones. Y pensamos que tal vez sería lo suficientemente extraño como para crear algunos momentos y recuerdos entretenidos.
La mujer nos dio las instrucciones, mapas, y los pasajes de autobús; y allá fuimos, confiados de que tendríamos un día perfecto.
Después de andar en un autobús municipal por cerca de 45 minutos (y de preguntarnos continuamente si ya nos habíamos pasado) finalmente llegamos a nuestro destino. Saltando del autobús, nos vimos en medio de una polvorosa zona industrial en las afueras de la ciudad. No era para nada un paisaje turístico, pero nos dirigimos hacia otro stand para turistas ... el de las bicicletas.
Excepto que estaba cerrado.
En este punto tuvimos nuestro primer encuentro del día con un ángel: Una señora argentina, de edad, y cargada con demasiadas bolsas de comida, se nos acercó y entabló una suerte de conversación cómica con mímicas. (Nosotros no hablábamos español, ni ella inglés).
Ella hizo señas: «¿Acaso ustedes, guapos caballeros, están tratando de encontrar bicicletas para rentar?«
Con perfectas señas le respondimos: «¡Si!« La angelical mujer señaló hacia más abajo en el camino, a una bandera roja, y dijo: «Bicicletas«. Incluso con la «D« que me saqué en Español en la escuela secundaria, yo sabía lo suficiente como para entender aquello.
Con renovado vigor, partimos en dirección a esa instalación privada de alquiler de bicicletas. Al final resultó ser un recinto de concreto con un perro rabioso encadenado, una pequeña casa, y seis bicicletas en la cocina. Pero pagamos nuestro dinero, y obtuvimos nuestras bicicletas para partir, una vez más, con revitalizado entusiasmo por lo que nos esperaba por delante.
Honestamente puedo decir que durante los primeros 100 ó 200 metros yo iba pensando: ¡Esto es fantástico! ¡Qué cosa tan extraña y estupenda lo que vamos a hacer! ¡Lo pasaremos de maravillas!
Pero poco después comencé a sentir los primeros dolores. Vi que mi neumático trasero estaba bajo. Noté que un viento horrible soplaba en contra, y que iba en aumento. Y ahora podía sentir mi corazón acelerado y los músculos de mis piernas que comenzaban a acalambrarse.
Después de más o menos un kilómetro y medio, les dije a mis amigos que necesitaba parar y descansar un momento. Después de otros 800 metros, paramos una segunda vez. La tercera parada fue unos cuatrocientos metros después. Y la cuarta fue unos cien metros más allá de la tercera parada.
En ese punto, pasaron dos cosas:
Primero, comencé a considerar seriamente si me iba a morir o no, ese mismo día, a un lado del camino en un área rural de Argentina.
Segundo, uno de mis «amigos« sacó su celular y con su camarita filmó un malvado video de mí jadeando y agarrándome el pecho. (Afortunadamente, como esto es un libro, no tengo forma de mostrárselos)1.
Tuve que admitirlo; necesitaba regresar. Así que volvimos al «stand de renta« solo para encontrarnos con la reja cerrada y nadie en casa. Abrimos la reja haciendo palanca y pronto nos encontramos con el (ahora desencadenado) perro rabioso. Rápidamente descubrimos que el tirarle encima las bicicletas al perro lo demoraba justo el tiempo suficiente como para que pudiéramos salir y cerrar la reja detrás de nosotros. ¡Escapamos de la rabia por poco!
Resumiré la siguiente parte: Caminamos, saltamos de autobús en autobús, nos sentamos sobre rocas y troncos, intentamos hacer parar un auto para que nos llevara ... todo esto en la dirección en que pensábamos debíamos ir. Llegó un momento en el cual estábamos completamente perdidos e inventando algunos titulares imaginarios que dirían algo como: «Gringos estúpidos desaparecen en las afueras de Mendoza; las autoridades no se explican por qué andaban conduciendo bicicletas«.
De pronto apareció. (Inserta el sonido de un coro de ángeles aquí). Andando por un angosto camino de árboles, nos cruzamos con lo que podríamos describir como un «7- Eleven« (conocida cadena norteamericana de mini-mercados) de la Argentina rural. Y (tomen nota) se llamaba «Emmanuel«, que, por supuesto, significa «Dios con nosotros«.
Decidimos que esta tienda «Dios-con-nosotros« sería nuestro tour por los viñedos de ese día. Agotados, compramos bebidas y nos sentamos en una mesa para picnic que estaba afuera, riéndonos de nuestra desgracia y estupidez. En la mesa de al lado, tres hombres casi sin dientes se rieron de nosotros y con nosotros.
Así que comenzamos el juego de la mímica con ellos, de alguna manera explicándoles a dónde habíamos tratado de ir. Ellos nos explicaron que los viñedos estaban a la vuelta de la esquina,
y nosotros les rogamos que nos llevaran en su pequeña motoneta. Explicándonos por qué esto no era posible, me señalaron, hicieron como que se sentaban en una motoneta imaginaria, y luego se agacharon, indicando que mi «tamaño« sería catastrófico para su medio de transporte.
Finalmente, los convencimos de que llevaran a los demás en la motoneta (yo tuve que cam caminar), y llegamos al viñedo ... justo cuando estaba cerrando.
Nuestros esfuerzos no están alcanzando nuestras expectativas
Para la mayoría de nosotros que hemos estado en el ministerio juvenil por un tiempo (y para algunos que no han estado en el ministerio juvenil por algún tiempo), creo que esta historia tiene sentido: La realidad está resultando algo diferente a lo que imaginábamos, anhelábamos o esperábamos.
Aunque están pasando cosas maravillosas en el ministerio juvenil por todas partes (en casi todos los ministerios juveniles) nuestro impacto, la transformación de las vidas de los chicos, parece menor de lo que esperábamos. Estudio tras estudio nos llaman la atención sobre esta dura realidad. Los chicos están desertando de la iglesia una vez que salen del grupo de jóvenes, en tasas sorprendentes (tan altas como de 50 a 70 por ciento en una encuesta de buena reputación). Y los chicos que están dentro de nuestros grupos de jóvenes parecen suscribir, según indican las investigaciones, a fe que es neutral e insostenible.
Para ser justos, nosotros los líderes juveniles estamos haciendo lo que siempre hemos hecho: tratando de amar a los adolescentes lo mejor que podemos y de ayudarlos a experimentar el amor de Dios. Nuestros corazones están en lo correcto (en casi todo), pero, yo creo, hay defectos en muchas de nuestras hipótesis y métodos. Una desconexión.
Algunos de estos defectos existen porque erróneamente adoptamos prioridades culturales en el pensamiento de nuestro ministerio juvenil. Pero con mayor frecuencia nuestros errores existen porque si bien nuestro pensamiento era correcto (para su tiempo), el mundo de los adolescentes ha cambiado, y hemos sido muy lentos en nuestra respuesta.
Es algo así: cuando estás en un país rural pobre, y ves en un camino de tierra una carreta tirada por caballos, no piensas nada en especial. Encaja. Pero cuando estás manejando por Pennsylvania Dutch y ves una carreta tirada por caballos andando por un lindo y pavimentado camino y demorando el tráfico, parece como si algo no encajara. En muchas formas, el ministerio juvenil de hoy es esa carreta tirada por caballos.
Nuestro pasado, presente y futuro
Hace algún tiempo, un consultor que trabajaba con nuestro equipo de liderazgo en Especialidades Juveniles nos presentó un ejercicio de línea de tiempo. (Curiosamente, él también es uno de los «amigos« que estuvo conmigo aquel día horrible en Argentina). Puso tres pedazos de papel en el piso, y sobre cada pedazo estaba impresa una palabra, creando una línea de tiempo física: PASADO, PRESENTE y FUTURO. Nosotros nos fuimos turnando para pararnos sobre cada uno de los pedazos de papel, pensando en nuestras vidas, y en hacia dónde nos dirigíamos.
Recientemente trabajé con la junta directiva de una organización sin fines de lucro que luchaba con su identidad. Utilicé el mismo ejercicio de la línea de tiempo, pero les pedí a miembros de la junta directiva que se pararan en el pasado, presente y futuro como una encarnación de la organización. Quisiera hacer lo mismo con este libro: Mirando hacia atrás, a nuestro pasado, mirando a nuestro presente, e intentando describir un futuro mejor.
No estoy mirando en una bola de cristal, y este no es un ejercicio para predecir el futuro. En lugar de eso, espero describir lo que estoy viendo, experimentando y sintiendo sobre lo que tenemos que hacer para poder seguir siendo fieles a nuestro llamado.
Corriendo hacia un hoyo en la tierra
Mientras escribo esto hay una serie de comerciales de «Wendy's« (una cadena de hamburguesas y otras comidas rápidas) en la televisión, que muestran a gente común y corriente (a menudo muchachos) luciendo trenzas de color rojo, y teniendo epifanías contra-culturales referidas a las hamburguesas y a otras realidades de la comida rápida. Mi comercial favorito de estos comienza con una toma aérea de un enorme agujero en la tierra, y cientos de personas corriendo hacia él desde todas partes. Cuando llegan al agujero, todos saltan dentro.
Después la toma cambia para captar la cara de un tipo (usando la peluca roja de Wendy, la chica que es símbolo de la marca) que está corriendo en medio de la multitud. Mientras corre, podemos escuchar sus pensamientos a medida que reconoce que algo no está bien. Entonces comienza a hablar, al darse cuenta de que él no tiene por qué comer sus hamburguesas cocinadas antes de tiempo y mantenidas tibias bajo el calor de una lámpara. Lentamente se detiene, y algunos otros también se detienen para escuchar ... mientras que la mayoría de la gente sigue corriendo hacia el agujero. Después, los pocos que se detienen con él deciden que ¡quieren que sus hamburguesas hagan ruidito cuando se cocinan! Se alegran y comienzan a correr de vuelta, contra la corriente de la multitud.
Es un comercial divertido. Pero tengo que admitir que cada vez que lo veo me recuerda a la iglesia en Norteamérica. Tenemos todo este momentum. Percibimos que las cosas van bien. Nuestras megaiglesias son más mega que nunca antes. Nuestros ministerios juveniles están financiados mejor que nunca. El ministerio juvenil está recibiendo más respeto que nunca antes. Tenemos mejores recursos y eventos de capacitación, mejores celebridades y mayor credibilidad de las que jamás habíamos tenido.
Entonces, ¿por qué parece como si estuviéramos corriendo hacia un agujero?
Quiero ser parte de esa banda de líderes juveniles contra-culturales que se detengan. Quiero ser parte del grupo de los que dicen «espera un segundo«, de los que no aceptan cómo están las cosas. Quiero sumarme a otros que se hayan dado cuenta de que nos dirigimos por un camino que lleva a la obsolescencia y a la total ineficacia, y darnos vuelta para preguntar: «¿Qué deberíamos cambiar?«
(Continues...)
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