Saldrás de esta: Esperanza y ayuda en tiempos difíciles

No será sin dolor. 
No será 
 de un día para otro
Pero Dios usará este lío para bien.
Mientras tanto, mantén la calma y no hagas ninguna tontería.
No te desesperes.

Con la ayuda de Dios, saldrás de esta.

Tienes temor de no lograrlo. Todos le tememos a eso. Tememos que la depresión nunca se vaya, que los gritos nunca cesen, que el dolor no nos deje. ¿Se aclarará este cielo gris? ¿Se alivianará esta carga?

En Saldrás de esta, el pastor Max Lucado, uno de los autores más leídos según el New York Times, ofrece una dulce seguridad. “La liberación es a la Biblia lo que la música es a época de carnaval: audaz, abrasadora y está en todas partes”. 

Max les recuerda a los lectores que Dios no promete que salgamos de las pruebas rápidamente y sin dolor. No fue así para José —lanzado a una fosa por sus hermanos, vendido como esclavo, arrestado injustamente, olvidado y rechazado— pero su historia en el Antiguo Testamento está en la Biblia por esta razón: para enseñarnos a confiar que Dios triunfará sobre el mal.

Con la compasión de un pastor y el alma de un narrador de cuentos, Max explora la historia de José y la verdad del Génesis 50:20. Lo que Satanás intenta para mal, Dios lo redime para bien. 

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Saldrás de esta: Esperanza y ayuda en tiempos difíciles

No será sin dolor. 
No será 
 de un día para otro
Pero Dios usará este lío para bien.
Mientras tanto, mantén la calma y no hagas ninguna tontería.
No te desesperes.

Con la ayuda de Dios, saldrás de esta.

Tienes temor de no lograrlo. Todos le tememos a eso. Tememos que la depresión nunca se vaya, que los gritos nunca cesen, que el dolor no nos deje. ¿Se aclarará este cielo gris? ¿Se alivianará esta carga?

En Saldrás de esta, el pastor Max Lucado, uno de los autores más leídos según el New York Times, ofrece una dulce seguridad. “La liberación es a la Biblia lo que la música es a época de carnaval: audaz, abrasadora y está en todas partes”. 

Max les recuerda a los lectores que Dios no promete que salgamos de las pruebas rápidamente y sin dolor. No fue así para José —lanzado a una fosa por sus hermanos, vendido como esclavo, arrestado injustamente, olvidado y rechazado— pero su historia en el Antiguo Testamento está en la Biblia por esta razón: para enseñarnos a confiar que Dios triunfará sobre el mal.

Con la compasión de un pastor y el alma de un narrador de cuentos, Max explora la historia de José y la verdad del Génesis 50:20. Lo que Satanás intenta para mal, Dios lo redime para bien. 

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Saldrás de esta: Esperanza y ayuda en tiempos difíciles

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by Max Lucado
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Overview

No será sin dolor. 
No será 
 de un día para otro
Pero Dios usará este lío para bien.
Mientras tanto, mantén la calma y no hagas ninguna tontería.
No te desesperes.

Con la ayuda de Dios, saldrás de esta.

Tienes temor de no lograrlo. Todos le tememos a eso. Tememos que la depresión nunca se vaya, que los gritos nunca cesen, que el dolor no nos deje. ¿Se aclarará este cielo gris? ¿Se alivianará esta carga?

En Saldrás de esta, el pastor Max Lucado, uno de los autores más leídos según el New York Times, ofrece una dulce seguridad. “La liberación es a la Biblia lo que la música es a época de carnaval: audaz, abrasadora y está en todas partes”. 

Max les recuerda a los lectores que Dios no promete que salgamos de las pruebas rápidamente y sin dolor. No fue así para José —lanzado a una fosa por sus hermanos, vendido como esclavo, arrestado injustamente, olvidado y rechazado— pero su historia en el Antiguo Testamento está en la Biblia por esta razón: para enseñarnos a confiar que Dios triunfará sobre el mal.

Con la compasión de un pastor y el alma de un narrador de cuentos, Max explora la historia de José y la verdad del Génesis 50:20. Lo que Satanás intenta para mal, Dios lo redime para bien. 


Product Details

ISBN-13: 9781602557888
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 09/17/2013
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 256
File size: 2 MB
Language: Spanish

About the Author

About The Author

Desde que entró en el ministerio en 1978, MAX LUCADO ha servido en iglesias de Miami, Florida; Río de Janeiro, Brasil; y San Antonio, Texas. Actualmente sirve como ministro de enseñanza de la Iglesia Oak Hills en San Antonio. Ha recibido el Premio Pinnacle 2021 de la ECPA por su destacada contribución a la industria editorial y la sociedad en general. Es el autor inspirador más vendido de Estados Unidos, con más de ciento cuarenta y cinco millones de productos impresos.

Siga su sitio web en librosdelucado.com

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saldrás de esta

ESPERANZA Y AYUDA EN TIEMPOS DIFÍCILES


By Max Lucado, Graciela Lelli

Grupo Nelson

Copyright © 2013 Grupo Nelson
All rights reserved.
ISBN: 978-1-60255-788-8



CHAPTER 1

Saldrás de esta


Estaba temblando, con ese temblor interior que se puede sentir con solo ponerle la mano en el hombro. La vi en la tienda de comestibles. Hacía meses que no la veía. Le pregunté por sus niños y por su esposo; cuando lo hice, sus ojos se humedecieron, su quijada se contrajo y me contó la historia. Él la dejó. Después de veinte años de casados, tres niños y una docena de mudanzas, se fue. La cambió por una joven modelo. Hacía lo posible por aparentar calma, pero no pudo. La sección de verduras de la tienda se transformó en un santuario de confesiones. Allí, entre tomates y lechugas, lloró. Oramos. Luego, le dije: «Saldrás de esta. No será sin dolor. No será de un día para otro. Pero Dios usará este lío para bien. Mientras tanto, mantén la calma y no hagas ninguna tontería. No te desesperes. Con la ayuda de Dios, saldrás de esta».

Dos días después recibí la llamada de un amigo. Acababa de perder su empleo. Había cometido una estupidez al hacer algunos comentarios inapropiados en el trabajo. Tonterías. Pero su jefe lo despidió. Ahora, a sus cincuenta y siete años, era un gerente desempleado en medio de una economía que se caía a pedazos. Se sentía terrible y, a través del teléfono, sonaba peor. Su esposa estaba furiosa. Los hijos, sin saber qué pensar. Necesitaba que alguien le dijera algo que le ayudara. Lo hice. «Saldrás de esta. No será sin dolor. No será de un día para otro. Pero Dios usará este lío para bien. Mientras tanto, mantén la calma y no hagas ninguna tontería. No te desesperes. Con la ayuda de Dios, saldrás de esta».

Luego fue la joven adolescente a quien encontré en el café donde trabaja. Está terminando su secundaria y espera ir a la universidad el mes que viene. Su vida no ha sido fácil. Cuando tenía seis años, sus padres se divorciaron. Cuando cumplió los quince, se casaron de nuevo solo para volverse a divorciar a los pocos meses. Hacía poco, su padre le había dicho que tenía que decidir si quería vivir con su madre o con él. Se le asomaron las lágrimas cuando me describió su situación. No tuve chance de decirle esto, pero si la vuelvo a encontrar, puedes apostar a que la miraré directamente a los ojos y le diré: «Saldrás de esta. No será sin dolor. No será de un día para otro. Pero Dios usará este lío para bien. Mientras tanto, mantén la calma y no hagas ninguna tontería. No te desesperes. Con la ayuda de Dios, saldrás de esta».

¿Atrevido yo, eh? ¿Cómo me permito decir eso? ¿De dónde saco la audacia para hacer tales promesas en medio de una tragedia? En realidad, de un hueco, oscuro y profundo. Tan profundo que el muchacho no habría podido salir solo. Si hubiese podido, sus hermanos lo habrían echado de nuevo al fondo. Ellos fueron los que lo habían arrojado allí.

Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua. Y se sentaron a comer pan. (Génesis 37.23–25)


Era una cisterna abandonada. Rocas filosas y raíces cubrían sus contornos. El muchacho de diecisiete años yacía en el fondo. Barba incipiente, brazos y piernas delgados. Manos y pies atados. Tendido sobre su costado, con las rodillas contra el pecho, apretujado en aquel espacio tan pequeño. El suelo estaba húmedo con la saliva que babeaba. Su mirada, desorbitada por el miedo. Su voz, enronquecida de tanto gritar. No era que sus hermanos no lo escucharan. Veintidós años más tarde, cuando una hambruna había doblegado su arrogancia y su sentimiento de culpa había humedecido su orgullo, habrían de confesar: «Vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos» (42.21).

Estos son los bisnietos de Abraham. Los hijos de Jacob. Portadores del pacto de Dios a una galaxia de gente. Las tribus habrían de llevar sus estandartes. El nombre de Jesucristo habría de aparecer en su árbol genealógico. En la Escritura son equivalentes a la realeza. Pero en aquellos días, eran la versión de la Edad del Bronce de una familia disfuncional. Pudieron haber tenido su propio programa tele real en la televisión. A la sombra de un sicómoro, escuchando los ruegos de José, comían su pan y se pasaban el odre de vino. Crueles y torpes. Corazones tan duros como el desierto cananeo. Les interesaba más el almuerzo que la vida de su hermano; despreciaban al muchacho. «Le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente ... le aborrecieron aun más ... lo odiaban ... le tenían envidia» (37.4–5, 8, 11).

He aquí por qué. Su padre lo consentía como a un becerro mimado. Jacob tenía dos esposas, Lea y Raquel, pero un amor, Raquel. Cuando esta murió, Jacob mantuvo su memoria viva consintiendo a su hijo preferido. Los hermanos trabajaban todo el día. José jugaba todo el día. Ellos usaban ropa comprada en la tienda de segunda. Jacob le dio a José una túnica multicolor, hecha a mano con mangas bordadas. Ellos dormían en un galpón. Él tenía una cama muy grande en su dormitorio privado. Mientras ellos apacentaban el ganado de la familia, José — el hijo querido de papá—, se quedaba en casa. Jacob trataba a su hijo número once como si hubiese sido el primogénito. Los hermanos escupían cuando veían a José.

Decir que la familia estaba en crisis sería como afirmar que una choza de paja se estremece bajo un huracán.

Aprovechando que se encontraban lejos de casa, quizás a unos noventa kilómetros de la protección de papá, los hermanos cayeron como plaga de langostas sobre él. «Quitaron a José su túnica [...] y le tomaron y le echaron en la cisterna» (vv. 23–24). ¡Qué verbos más desafiantes! No solo querían matarlo, sino, además, esconder su cuerpo. Fue un encubrimiento sanguinario desde el principio. «Diremos que alguna mala bestia lo devoró» (v. 20).

José nunca se imaginó lo que se le venía. No saltó de la cama esa mañana pensando: será mejor que me ponga la ropa acolchada porque hoy es cuando me van a echar al pozo. El ataque lo tomó por sorpresa.

Así ha ocurrido contigo. A José, el foso, se le presentó en forma de cisterna. Quizás en tu caso haya llegado en forma de un diagnóstico, un hogar adoptivo o un accidente traumático. A José lo tiraron a un hoyo y lo despreciaron. ¿Y a ti? En una fila de desempleados buscando trabajo y olvidado. Lanzado a un divorcio y abandonado, en una cama y maltratado. El foso. Una forma de muerte, seca y severa. Algunos nunca logran recuperarse. La vida se reduce a una búsqueda: salir y nunca más sufrir ataque alguno. No es fácil lograrlo. De los fosos no es fácil salir.

La historia de José empeoró antes de mejorarse. El abandono dio paso al avasallamiento, este a la captura y finalmente a la reclusión. Fue atacado a traición. Vendido. Maltratado. La gente hizo promesas solo para quebrantarlas, ofreció regalos solo para quitarlos de nuevo. Si el maltrato fuera un pantano, José habría estado sentenciado a una vida de trabajo forzado en los Everglades.

Pero él nunca se dio por vencido. La amargura no fue parte de su clamor. La rabia nunca se transformó en odio. Su corazón nunca se endureció; su propósito nunca se desvaneció. No solo sobrevivió; prosperó. Ascendió como un globo inflado con helio. Un oficial egipcio lo promovió a mayordomo. El carcelero lo puso sobre los presos. Y Faraón, la autoridad máxima en el planeta, lo puso a servir como su primer ministro. Al final de su vida, José fue el segundo hombre más poderoso de su generación. No es una hipérbole afirmar que salvó al mundo de morir de hambre. ¿Cómo se vería todo eso en un curriculum vitae o resumé?


José

Hijo de Jacob

Graduado con honores de la Universidad de los Golpes Duros

Director de esfuerzos globales para salvar a la humanidad

Triunfó


¿Cómo? ¿Cómo fue que prosperó en medio de la tragedia? No es necesario que especulemos. Unos veinte años más tarde, los papeles se invirtieron. José era el fuerte y sus hermanos los débiles. Llegaron a él presas del miedo. Temían que ajustara cuentas y los mandara a todos a un foso que ellos mismos cavarían. Pero José no hizo nada de eso. Podemos ver su inspiración en su explicación.

Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente. (50.20, bla)


En las manos de Dios lo que se planea para mal puede llegar a ser un bien.

José se ató a la columna de esta promesa y fue fiel a ella toda su vida. Nada en su historia pasa por alto la presencia del mal. Al contrario. Manchas de sangre y huellas de lágrimas yacen por doquier. El corazón de José fue maltratado en carne viva con ruda deslealtad e injusticia. Pero, una vez tras otra, Dios lo rescató del dolor. La túnica de la discordia se transformó en una de la realeza. El foso, en palacio. La familia dividida se volvió a unir. Todos los intentos por destruir al siervo de Dios terminaron fortaleciéndolo.

«Ustedes trataron de hacerme mal», les dijo a sus hermanos, usando un verbo que en hebreo relaciona su significado con «tramaron» o «trenzaron». «Ustedes tejen para el mal», les dijo, «pero Dios lo reteje y lo convierte en bien».

Dios, el Maestro Tejedor. Toma los hilos y entremezcla los colores, las hebras toscas con las de terciopelo, los dolores con las alegrías. Nada está fuera de su alcance. Los reyes, los tiranos, el tiempo y cada molécula obedecen sus órdenes. Él pasa a través de las generaciones y, a medida que avanza, va tomando forma el diseño. Satanás teje; Dios reteje.

Y Dios, el Maestro Constructor. Este es el significado de las palabras de José: «Dios lo tornó en bien, para que sucediera como vemos hoy». La palabra hebrea traducida aquí como tornó es un término usado en construcción. Describe un trabajo o proyecto de edificación. Comparable con el que tengo que encontrarme cada mañana. El estado de Texas está reconstruyendo una autopista que pasa cerca de mi casa. Se están reduciendo tres carriles a uno, transformando un desplazamiento matutino en un ajetreo de todo el día. El proyecto interestatal, como la historia humana, ha estado en desarrollo desde antes del inicio de los tiempos. Las excavadoras revolotean sobre mi cabeza a diario. Los obreros levantan señalizadores y palas mientras millones de personas rezongamos. Bueno, por lo menos yo lo hago. ¿Cuánto irá a durar esto?

Los vecinos de al lado de mi casa tienen una reacción diferente hacia el proyecto. Tanto el esposo como la esposa son ingenieros de carreteras y consultores del departamento de transporte. Ellos tienen que soportar los embotellamientos del tráfico y los desvíos como el resto de nosotros pero lo hacen con una mejor actitud. ¿Por qué? Porque conocen del proyecto lo que los demás ignoramos. «Se va a demorar», responden a mis quejas, «pero se completará. Ellos lo terminarán». Mis vecinos han visto los planos.

Al darnos historias como la de José, Dios nos permite estudiar los planos. ¡Qué desastre! Hermanos deshaciéndose de hermanos. Privilegios. Hambrunas y familias peleándose esparcidas como clavos y bolsas de cemento en un terreno baldío. La lógica de Satanás era siniestra y simple: destruir a la familia de Abraham y luego a su descendencia, Jesucristo. Había que empezar, entonces, por poner en la mira a los hijos de Jacob.

Pero observemos en acción al Maestro Constructor. Limpió los escombros, estabilizó la estructura y apernó las cerchas hasta que el caos de Génesis 37.24, («lo agarraron y lo echaron en una cisterna», NVI) se transformó en el triunfo de 50.20, («se preservara la vida de mucha gente», NVI).

Dios como Maestro Tejedor, Maestro Constructor, redimió la historia de José. ¿Podría también redimir la tuya?

Saldrás de esta. Temes no lograrlo. A todos nos pasa. Tememos que la depresión nunca nos dejará, los gritos nunca terminarán, el dolor jamás se irá. Aquí, en el foso, rodeado por paredes escarpadas y unos hermanos furiosos, nos preguntamos: ¿se pondrá brillante alguna vez este cielo gris? ¿Dejará de ser tan pesada esta carga que tengo encima? Nos sentimos atorados, atrapados, acorralados. Predestinados al fracaso. ¿Saldremos alguna vez de este hueco?

¡Sí! La liberación es a la Biblia lo que el jazz es a Mardi Gras: audaz, abrasador y ubicuo.

Como ocurrió con Daniel en el foso de los leones, con Pedro en la cárcel, con Jonás en el estómago del pez, con David amenazado por Goliat, con los discípulos en medio de la tormenta, con los leprosos y su enfermedad, con las dudas de Tomás, con Lázaro y su tumba, y con Pablo y sus prisiones, Dios también nos librará a nosotros. A través del lecho seco del Mar Rojo (Éxodo 14.22, traducción libre), a través del desierto (Deuteronomio 29.5), a través del valle de sombra de muerte (Salmos 23.4) y a través de la profundidad del mar (Salmos 77.19). A través de es una de las expresiones favoritas de Dios:

Cuando pases a través de las aguas, yo estaré contigo; y a través de los ríos, ellos no te anegarán; cuando andes a través del fuego, no te quemará; ni la llama arderá en ti. (Isaías 43.2, traducción libre)


No será sin dolor. ¿Has derramado tu última lágrima o recibido la última sesión de quimioterapia? No necesariamente. ¿Pasará tu matrimonio desdichado a ser feliz en un abrir y cerrar de ojos? Seguro que no. ¿Estás exento de un viaje al cementerio? ¿Garantiza Dios la ausencia de dificultades y abundancia de fortaleza? No en esta vida. Lo que sí ha prometido es retejer tu dolor para un propósito superior.

No será de un día para otro. José tenía diecisiete años cuando sus hermanos lo abandonaron. Tenía por lo menos treinta y siete cuando volvió a encontrarse con ellos. Y tuvo que pasar otro par de años antes que viera a su padre. A veces, Dios se toma su tiempo. Ciento veinte años preparando a Noé para el diluvio, ochenta años preparando a Moisés para su trabajo. Dios llamó al joven David para que fuera rey, pero lo devolvió al campo a seguir cuidando ovejas. Llamó a Pablo para que fuera apóstol, y luego lo aisló en Arabia por casi tres años. Jesús estuvo en la tierra por tres décadas antes que hiciera algo más que una mesa de cocina. ¿Cuánto tiempo irá a tomar contigo? Puede tardarse. Su historia se cuenta no en minutos, sino en lo que dura una vida.

Pero Dios usará tus problemas para bien. Nosotros vemos un problema perfecto. Dios ve una oportunidad perfecta para preparar, probar y adiestrar al futuro primer ministro. Nosotros vemos una prisión; Dios ve un instrumento. Nosotros vemos la hambruna; Dios ve la reubicación de su linaje escogido. Nosotros lo llamamos Egipto; Dios lo llama protectorado, donde los hijos de Jacob puedan escapar de los bárbaros cananeos y multiplicarse abundantemente en paz. Nosotros vemos los trucos y el complot de Satanás. Dios ve a Satanás tropezado y frustrado.

Permíteme aclarar algo. Tú eres una versión de José en tu generación. Representas un reto para el plan de Satanás. Tienes algo de Dios dentro de ti, algo noble y santo, algo que el mundo necesita: sabiduría, amabilidad, misericordia, recursos. Si Satanás lograra neutralizarte, podría desbaratar tu influencia.

La historia de José está en la Biblia por esta razón: para enseñarte a confiar en que Dios supera el mal. Lo que Satanás intenta para mal, el Maestro Tejedor — y Maestro Constructor— lo redime para bien.

Quizás haya sido José el primero en decirte que la vida en el foso apesta. Pero pese a toda esa inmundicia, ¿no representa el foso mucho más? Te obliga a mirar hacia arriba. Alguien desde allá habrá de bajar para tenderte la mano. Dios lo hizo con José. En el momento preciso, en el minuto exacto, hará lo mismo contigo.

CHAPTER 2

Bajando, bajando, bajando a Egipto


Los problemas de José comenzaron cuando habló de más. Una mañana llegó al desayuno eufórico y parloteando acerca de lo que había visto en un sueño: manojos de trigo formados en un círculo, todos maduros y listos para la siega. Cada uno ostentaba el nombre de uno de sus hermanos: Rubén, Gad, Leví, Zabulón, Judá ... y en el centro del círculo estaba el manojo de José. En el sueño solo su manojo se mantenía erguido. ¿La implicación? Ustedes se van a inclinar ante mí.

¿Habrá esperado que sus hermanos se pusieran igualmente eufóricos? ¿Que le dieran palmaditas en la espalda y le dijeran: «Será un placer para nosotros, querido hermanito, inclinarnos ante ti»? ¡Nada de eso! Le echaron polvo en la cara y le dijeron que desapareciera.
(Continues...)


Excerpted from saldrás de esta by Max Lucado, Graciela Lelli. Copyright © 2013 Grupo Nelson. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents

Reconocimientos....................     xv     

CAPÍTULO 1 Saldrás de esta....................     1     

CAPÍTULO 2 Bajando, bajando, bajando a Egipto....................     13     

CAPÍTULO 3 Solo pero no del todo....................     23     

CAPÍTULO 4 La estupidez no se arregla con estupidez....................     35     

CAPÍTULO 5 ¡Ah, así que esto es un campamento de entrenamiento!............     45     

CAPÍTULO 6 Espera mientras Dios trabaja....................     59     

CAPÍTULO 7 Más rebotes que Bozo....................     69     

CAPÍTULO 8 ¿Es bueno Dios aunque la vida no lo sea?....................     79     

CAPÍTULO 9 Un toque de gratitud con esa actitud, por favor.................     91     

CAPÍTULO 10 Veamos ahora algunos de esos escándalos y canalladas de
familia....................     103     

CAPÍTULO 11 La venganza parece dulce, sin embargo ....................     113     

CAPÍTULO 12 El Príncipe es tu hermano....................     123     

CAPÍTULO 13 Adiós a los adioses....................     135     

CAPÍTULO 14 Mantén la calma y sigue adelante....................     147     

CAPÍTULO 15 Mal. Dios. Bien....................     159     

Preguntas para reflexión....................     167     

Notas....................     229     

Acerca del autor....................     235     

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