Cuando los santos de Kirtland fueron instruidos para construir un templo, dijo, "Establecimiento de una casa, incluso una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios" (D. y C. 88:119). Michael Wilcox identifica la bendición que la obra del templo trae a nuestras vidas cotidianas. El autor analiza el templo como una casa como el aprendizaje en el que podemos entender los principios más poderosos del evangelio y recibir inspiración para nuestras familias ya nosotros mismos. Él explica cómo el templo es una casa de refugio donde podemos escapar de las tribulaciones y problemas del mundo. Él define la expresión "casa de orden" y habla de cómo el templo como una casa de gloria, que describe las experiencias maravillosas que vienen a los que sirven allí, y en especial a los que trabajan por sus familiares muertos.
